El límite a la sombra, al amparo del cerco
hermético
Allí, en la sombra del no-saber, dormitaba alegre el límite". Tal
podría ser el inicio de esa novela, de ese Bildungsroman en el
que se narrará la gestación, el alumbramiento y la forja de este ser
del límite, del que este artículo sólo pretende ser proemio,
prólogo, o mejor aún, párvula incoacción. Como bien dice el propio
Trías en el prólogo a la nueva edición de La filosofía y
su sombra, en 1981, este libro "toma nota de un olvidosintomático
e intenta repararlo". ¿En qué consiste dicho error o
fallo básico de toda filosofía hasta la fecha? En el hecho
de no haber reparado en el carácter normativo de la filosofía.
Por tal carácter normativo de la filosofía entiende Trías
que la filosofía no es un desapasionado ir a las cosas mismas,
como propusiera Husserl, sino que la filosofía es un saber
que demarca, que designa, que establece, de manera normativa,
y por tanto en pugna o lucha con otras posibles concepciones, lo que
es saber y no-saber.
En este sentido, el punto de partida de la filosofía de Trías es crítico,
en el sentido de que empieza preguntándose por el propio saber, lo cual,
como bien indica el mismo autor, "significa una actitud de distancia
y de desapego con relación a aquello por lo que se pregunta; significa
una toma de conciencia bastante elevada de la problemática filosófica".
Entender la filosofía como un saber normativo es darse cuenta de su
función policiaca (1), según la cual la filosofía se configura como
una superestructura respecto al saber mismo, marcándolo con el signo
de lo que es saber o no saber. Antaño, dicha función la desempeñaba
el saber mismo de forma inconsciente, como en el caso de Parménides
y su clásica distinción entre la vía de la opinión y la vía de la verdad,
pero ahora la filosofía, en la cumbre de su ilustración moderna, alcanza,
en la filosofía del límite, a esclarecerse sobre la naturaleza de su
proceder inconsciente.
Toda gran filosofía, como toda gran obra de arte, empieza gracias a
la ocasión, como muy bien viera Kierkegaard, y mucho antes el
astuto Maquiavelo. En este caso, la ocasión que dio lugar al
nacimiento de esta filosofía del límite no fue otra que el proceso inquisitorial
al que el positivismo lógico sometió a la metafísica, o filosofía primera.
En opinión de dicha corriente filosófica, la metafísica no es nada más
que una ilusión, un fantasma, al que marca y tipifica como no-saber.
Eugenio Trías señala con acierto que el positivismo lógico en
su esencia no es nada más que un saber negativo, es decir, aquél cuya
consistencia como saber sólo radica en su desmarcarse de la metafísica
como no saber, de modo que sólo por la presencia de aquélla puede subsistir
como tal. Adelantemos, en sintético gesto cargado de expresión, como
de los que gustaban aquellos diablos de las vanguardias, que la filosofía
del límite, si es algo, no es nada más que una metafísica, y todavía
más -"creo que esta segunda afirmación me generará el tipo de polémica
que me estimula a pensar"-, la única metafísica posible accesible
al pensamiento humano.
La primera parte de este libro tiene la grandeza de haber establecido
que existe un paralelismo entre la función normativa de los tabúes del
incesto y el canibalismo para generar cultura con la del saber de la
filosofía para alcanzar un saber consciente sobre dicha cultura. En
este sentido, la "marca" o el "distintivo" de Occidente
es la filosofía, en tanto que saber que hace aparecer "a nivel
consciente esta estructura que domina a nivel inconsciente todos los
dominios".
En la segunda parte de su libro, aquélla en la que su autor se pregunta
por la estructura dominante en la filosofía misma, ésta es entendida
como una teoría del conocimiento, en la que se define como un triángulo
epistemológico, aquél que se da entre sujeto, objeto y medio de conocimiento.
En dicha relación se desenvuelve toda la filsoofía moderna,
desde Descartes hasta Feuerbach. En la evolución del triángulo, la primacía
cae en algunos casos en el objeto; en otras en el sujeto, o en otras
en el mismo fundamento de conocimiento, que a veces se encuentra situado
más en el ámbito del sujeto, otras en el del objeto. Dicha historia
de la filosofía intenta perfilar una nueva antropología, una nueva imagen
del hombre en el seno del saber que el hombre mismo promueve. En esta
historia se constata que el fundamento del conocimiento parece haberse
desplazado, o "transferido", desde el ámbito de la luminosidad
propia de las ideas innatas en la filosofía cartesiana al ámbito de
una estructura inconsciente, como aquélla presentida por Marx y Freud,
y explorada por Chomsky, Levi-Strauss, Foucault y otros, en la que el
hombre aparece como un epifenómeno de una estructura inconsciente.
Este es el seno, la matriz de la filosofía propia originaria
del límite. En dicho suelo patrio o natalicio se encuentran las claves
de gestación de la.idea del límite, se comprende la atmósfera que da
forma a la idea. Si bien resulta claro que el imperativo vital de abandonar
a la madre, de ser expulsado del suelo propio, y la orden de no volver
a profanar el suelo propio, tan cierto es esto como que la madre nunca
es del todo abandonada, o, en visión gráfica, que la filosofía del límite
mantiene aún su cordón umbilical con la morada de las Madres. El límite
en esta fase parece ser también una estructura inconsciente que determina
los procesos conscientes del sujeto; el límite en la sombra, o con expresión
castiza, a la sombra, parece encontrarse aún en estado de reclusión
forzada, en prisión, aherrojado y falto de libertad. El resto de los
libros que precederán al nacimiento público del límite (El artista
y la ciudad, Tratado de la pasión, Lo bello y lo siniestro, etc.)
no harán más que explorar el ámbito de esta estructura inconsciente
que limita el saber del no saber en los ámbitos de la pasión, de la
ciudadanía cívica, de la poiesis, etc. Esta acción de desbrozo, de rotulación.
y preparación del terreno curiosamente precede a la del descubrimiento
y a la de la fundación. Podríamos decir que si bien la filosofía, como
la define Trías, es un saber crepuscular, que llega siempre tarde respecto
a la acción inconsciente, sin embargo, ella es siempre la primera en
tomar conciencia de lo acontecido. Por eso, desempeña simultáneamente
una función profética respecto al resto de las ciencias, y asume un
carácter aparentemente subversivo respecto a la realidad social, cuando
en realidad proclama el inicio de un nuevo orden, de un nuevo tiempo.
La función propia de la filosofía verdadera es la inauguratio (2).
Por lo que respecta a la topología, al imaginario que dicha filosoria
del límite promueve, me gustaría recoger una anotación del mismo autor
que nos puede ser realmente útil para llegar a la intelección correcta
de la idea que funda esta filosofía del límite. La imaginación juega
también un papel en el pensamiento filosófico, pero como toda facultad,
ha de ser sometida a una aesthesis,
a un método, o corre el riesgo de equivocar, confundir o deslumbrar.
Una de las mayores dificultades de la filosofía del límite es sin duda
la imagen que la idea desde sí genera; la riqueza, complejidad y fecundidad
de dicha imagen del límite es necesaria para llegar a una correcta comprensión
de la idea de límite. La primera imagen visual, la primera construcción
imaginativa o topológica del límite es la línea; pero ya en este
texto el autor "visualiza" una idea de límite, en el marco
de una estructura compleja, muy diferente a la de la línea geométrica.
En su análisis de la estructura entre saber/no saber, "el no-saber
no es la intemperie del saber, sino su más allá interior, su
sombra" (p. 92). El límite no es una línea que separa el saber
del no saber, como si ambos fuesen exteriores el uno al otro, al modo
de aquella definición escolástica de la materia como pars
extra pars, sino algo interno al propio saber. Como bien viera Wittgenstein,
y antes de él Duns Scoto y Leibniz, el límite no es externo a aquello
que limita, sino interno. Si pudiéramos revolucionar nuestra imagen
geométrica del límite, entonces nos encontraríamos en una condición
óptima para entender la génesis posterior de la filosofía del límite.
El límite en el cerco del aparecer
El límite qua límite hace acto de presencia, o irrumpe en la
escena pública, recibiendo carta de ciudadanía, en Los límites del
Mundo (1985). En el prólogo al mismo su autor nos explica toda su
filosofía anterior como el esfuerzo denodado por encontrar el acceso
a la filosofia primera. Escuchemos sus propias palabras: "He
debido rajar de parte a parte del escenario de cartón de nuestra farsa
cotidiana con la espada crítica del concepto y del estilo con el fin
de mostrar el agujero ontológico que ese tenderete de feria trata vanamente
de ocultar. Bajo el reconfortante placer estético, supuestamente desinteresado,
que actúa como analgésico del sufrimiento, a través de lascanónicas
categorías de lo bello y lo sublime, pude revelar la siniestra y atormentada
faz de una deidad del arte: eso que Jacobo Muñoz, con expresión magnífica,
llamó en un comentario a un libro mío el corazón atroz de
la belleza. Bajo la tranquila farsa de las éticas hedonistas
y de los brindis seculares en honor de un sujeto autárquico recordé
el oscuro trabajo de la pasión, señalando el corazón dividido y partido
de ésta. Bajo la trama dramática que codifica la gran producción cultural
secular de occidente pude desvelar el vacío trágico latente a esa mascarada.
El componente trágico del ser se fue perfilando así, de texto en texto,
a partir de aproximaciones diversas. Ahora se trata, pues, de enunciar
y de decir lo que el ser es, afirmar el carácter trágico, sin fundamento,
de un ser que, en Filosofia del futuro, determiné como
devenir o suceder. El ser es devenir o suceder: singular sensible en
devenir derivado de un fundamento en falta y referido a un fin sin fin"
(p. 9- 10).
De este modo vemos cómo toda la filosofía anterior de Trías ha sido
una verdadera filosofía de la deconstrucción, pero no como aquella
filosofía del martillo de Nietzsche, sino una filosofía que experimenta,
que avanza tentando, no en otro lugar sino en la forja misma de la escritura,
en lucha viva con el propio lenguaje, que no es sino plasmación en hierro
incandescente de un pensar al rojo vivo, en eterna fragua. Kierkegaard
afirmaba que Mozart, en un rasgo de modernidad sin precedentes, nos
hizo acceder con su obertura a la ópera Don Giovanni, al laboratorio
mismo del creador, a la sede de las madres donde la música se gesta
en retazos de ensueño, en volcánico juego de fuerzas primigenias. De
modo semejante, la primera época de la filosofía de Eugenio Trías ha
sido asistir públicamente a la forja de un sistema filosófico
en la fragua de la escritura, en la forma del ensayo (3). Es como si
pudiéramos asistir a la gestación y construcción de la Crítica de
la Razón Pura de Kant. Evidentemente, los conocedores de este autor
saben que existe una génesis de la obra, que a veces se puede rastrear
en los llamados escritos precríticos, y sobre todo en algunas de las
lecciones impartidas por el propio Kant, pero la obra aparece como un
novum, en su grandeza arquitectónica, de edificio
monumental acabado. Por razones que no podemos analizar ahora, la filosofía
del límite se muestra públicamente en su propia gestación, con los rasgos
inequívocos de lo que tantea, tienta, o hasta podríamos decir, en metáfora
de biografía humana, gatea. Algunas de las razones de este
proceder radican, en mi opinión, en lo que me gustaría llamar una hiperconciencia:
este niño que gatea tiene una extraña forma de ser inconsciente:
es plenamente consciente de su grado progresivo de inconsciencia. Trías
se ha declarado siempre un ilustrado, y aún más, un moderno ilustrado,
pero como aquél que piensa que la ilustración de lo que adolece es de
ingenuidad, es decir, que en su máxima autoconciencia era todavía
plenamente naïf. La fase deconstructiva de la filosofía del límite
no es otra cosa que desenmascarar esta ingenuidad de la conciencia crítica
y hacerla caminar hacia una conciencia crítica madura.
El aparecer del límite en su dimensión ontológica, pero de una ontología
trágica, no es sino la "gran revolución" de este pensar crítico.
Continuando con la metáfora de la biografía humana podemos decir que
ahora el niño "se alza", "se eleva", y este "alzarse"
es la única forma de poseer una visión correcta del límite, de lo que
éste es. Si el Gran Salto, el ponerse en posición erguida, fue para
muchos antropólogos identificado con el nacimiento de la inteligencia,
podemos decir que en este texto la filosofía del límite se eleva a la
inteligencia sobre sí misma, pasa de esa inconsciencia consciente a
una conciencia hiperconsciente. Baste para entender lo que tan
tortuosamente intentamos esbozar ahora cotejar el prólogo a la obra
de 1985, con el prólogo para la segunda edición del 2000. En él nos
dice su autor: "De todos mis libros éste tiene, para mí, una especial
sígnificacion, ya que fue en él donde pude exponer una idea filosófica
que, desde entonces he ido desarrollando y matizando. Es la idea de
ser del límite, que conlleva una concepción de la condición
humana como condición fronteriza. Tanto esta idea como su posible
expansión y la elaboración de un vocabulario adecuado a la misma
brotó casi por entero en el curso mismo de redacción de este libro.
Los que le han seguido (La aventura filosófica, Lógica del límite,
La edad del espíritu,
Pensar la religión y sobre todo La razón fronteriza se han
movido, todos ellos, en el universo de ideas, de palabras
y de giros de escritura que tracé, casi de modo espontáneo,
en este libro que ahora se reedita" (p. 13).
Pero, ¿en qué radica este "alzarse"? ¿Cuál es el novum
de esta filosofía que el propio autor afirma? Si bien en La filosofia
y su sombra se estableció que existia un triángulo epistemológico
entre el sujeto y el objeto y el fundamento de conocimiento,
entre el saber y el no saber frente al sujeto de conocimiento que tomaba
conciencia de dicha distinción, la revolución copernicana tiene lugar
cuando este sujeto, solipsista en su inicio, descubre que el fundamento
de conocimiento es el verdadero sujeto. El límite no es sólo fundamento
sino sobre todo sujeto. Este "giro" constituye la idea central
de este libro, y los libros anteriores constituyen las condiciones de
posibilidad sin las que este "giro" no hubiese sido posible.
Se nos dice en el prólogo: "Este libro que ahora publico gravita
todo él en tomo a una única idea especificada por su título.
Es una gigantesca variación en tomo al único tema del límite: el límite
como límite, la idea filosófica de límite. En la primera sinfonía ese
límite aparece en forma que exige el genitivo: como límite del mundo.
En la segunda sinfonía se explora el límite mismo, el límite de sí a
sí, el límite de lo mismo (interno respecto a lo mismo), el límite en
toda su diamantina pureza de anverso y reverso de un cristal, el límite
como límite o la transparencia como transparencia." (p. 16)
Este alzado de la inteligencia humana posibilita comprender que el límite
no es sólo en su referencia fenoménica a un sujeto de conocimiento,
sino que es el único y verdadero sujeto, es decir, permite descubrir
el verdadero carácter ontológico del límite. Este descubrimiento se
da en una "única figura fenoménica", o dicho con otras palabras,
el límite, en su lugar ontológico, genera una imagen fenoménica de sí
que le es esencial: la que Trías denomina los "cercos del aparecer".
El límite como verdadero sujeto, en su relación con la inteligencia,
se muestra como límite entre un cerco de lo que aparece, cerco del
aparecer, de lo que se manifiesta a la propia inteligencia;
como límite de aquello que nunca aparece en el ámbito fenoménico, el
cerco hermético, y como un límite doble, que establece el espacio,
casi evanescente, entre ambos cercos, que su autor denomina el cerco
fronterizo. Como vimos anteriormente, lo propio del límite parece
ser su carácter aporético, su incapacidad para comparecer totalmente
en todo momento, puesto que es el mediador entre el cerco del aparecer
y el cerco hermético. Esta aparente contradicción se resuelve si se
tiene en cuenta que la metáfora o imagen usada en la presente exposición
de la filosofía de Trías contempla el hecho diferencial de que "todo
acontece en el límite, y nada fuera de él", es decir, que el límite
comparece en su mismo mantenerse oculto. El límite no es ni hermético,
ni aparente, el límite es aquello que media entrambos, por ende, aquella
naturaleza bífida de los pitagóricos, que presenta un doble rostro:
hacia el circulo del aparecer como límite limitante, hacia el cerco
hermético, corno límite limitado, y en ambos casos, como un único y
mismo límite.
; De este modo, podríamos afirmar que en Los límites del mundo comparece
el rey de esta filosofía, el límite, pero que como todo buen rey, lo
hace acompañado siempre de su inalienable cortejo, los tres cercos,
que constituyen la figura o imagen esencial que el límite promueve desde
sí en relación a la inteligencia que lo conoce. La grandeza de este
libro no radica en haber hecho explícita la dimensión ontológica de
este "giro", sino en haber trazado metódicamente la naturaleza
de su aparecer fenoménico de una vez para siempre.
Del límite del ser al ser del límite
Que una idea encuentre su lugar, aquél para el cual está destinada y
en el que da su máximo rendimiento, es algo tan difícil en filosofía
como que un hombre encuentre su lugar en el mundo. Tentandum aprehendo
essentia meam. Palpando, experimentando, jugando, intentando encajar
los elementos de los que uno dispone, y tiene a la mano, nace
a veces ese "ajustamiento", ese "ensaniblaje" que
hace que el todo adquiera significación y sentido. Dicha operación es
la que el profesor Trías lleva a cabo en ese ecléctico libro,
tan maltratado por público y crítica, y sin embargo, de una importancia
capital para entender lo que he dado en llamar el "giro ontológico":
La aventura filosófica (1988)
A veces un pequeño cambio en la estructura, una leve alteración entre
los elementos de la misma puede suponer una verdadera revolución o,
como el mismo Trías decía en La filosofía y su sombra, un cambio
de valor de la significación de la misma. Tal es el caso con el que
nos encontramos en esta fase de la filosofía de Eugenio Trías. Se trataba
tan sólo de cambiar en el sintagma "el límite del ser", una
palabra por otra, para alcanzar "el ser del límite"; pero
para que tal operación sea racionalmente coherente, y plena de significado,
dicha variación ha de llevarse a cabo dentro de la lógica
de un sistema que fundamente y dé razón de dicha variación. En la Filosofia
del Futuro (1983) Trías llegó a formular por primera vez in extenso
su "principio de variación" como principio articulador
de su filosofía de la historia. Dicha idea, preñada de la pasión de
una vocación abortada la de ser músico y, en concreto, compositor, nos
habla de la forma en que un tema se 're-crea' gracias a la variación
musical del mismo.Creo que en el mundo de las formas, "y el pensar
siempre lo es de formas", se cumple aquella extraña ley del mundo
musical según la cual una pequeña variación puede provocar
a veces una verdadera revolución del mundo musical que le
da acogida, creando con ello un 'nuevo mundo'. La filosofía de Trías
ha cumplido, en el seno de la tradición metafísica ad litteram,la
promesa de su propia concepción: la leve, y aparentemente insignificante,
variación en este sintagma ha originado una revolución en el ámbito
de la metafísica.
Esta filosofía hiperconsciente e hipercrítica tardó en coger
la medida a la propia revolución que había llevado a cabo. Cumpliendo
la inalterable ley de todo lo vivo, a la inauguración sucedió la
fundación, y al descubrimiento del solar, de la
tierra apta para construir, siguió su demarcación, preparación,
exploración, cultivo, todo para hacerla habitable. Se inicia, pues,
la fase constructiva de la filosofía del límite, la colonización
del espacio descubierto en los Límites del mundo. Quien
se acerque a La aventura filosófica con
esta óptica podrá entender tan enigmática obra. En ella se
intenta cogerle la medida a la propiaidea filosófica, colonizarla,
a la par que dicha idea comienza a fecundar ya los espacios de la ética,
de la estética y de la política. El enigmático ensayo sobre la
lógica del limite, que cierra esta obra, es el intento de
visualizar, de llevar la idea del límite a imagen, pero no
a la expresión fenoménica de la misma, como en los cercos,
sino en un icono construido para hacerla sensible e inteligible, precisamente
aquella idea, la del límite, que rechaza toda encarnación en imagen.
; El propio proceder de esta fase constructiva queda establecido, de
una fonna clara y plenamente consciente, en el "sistema de las
artes" esbozado en el primer libro de esa trilogía que compone
la filosofía del límite: la Lógica del límite. El trípode sobre
el que la filosofía del límite se soporta lo configuran los libros de
esta época: Lógica del límite (1991), La edad del espíritu
(1994), con su proemio y colofón en Pensar la religión
(1995), y La razón fronteriza. A este trípode le sale un
pequeño y poderosísimo apéndice, me refiero al recién aparecido Ética
y condición humana (2000) (4). En el primero de estos libros Trías
explora el ámbito de la estética, al que ha consagrado la mayor parte
de su vida. En él el límite empieza a mostrarse por primera vez como
un espacio habitable, en el que el ser humano aparece como ser fronterizo,
es decir, como ser que vive en relación y proximidad de la frontera,
de ese espacio que los romanos denominaban limes. Es el límite
el que ofrece un criterio objetivo para una ordenación sistemática de
las artes, en el que la arquitectura y la música aparecen como las artes
fundacionales.
A este libro le siguió esa hermosísima pieza, de inteligencia y pasión,
que es La edad del espíritu. Decir que dicho libro trata de la
religión, o más concretamente de las religiones, frente a aquél otro,
que trataba de las artes, no ofrece una buena clave para acercarse al
que creemos es uno de los mejores libros, si no el mejor, de su autor.
Este libro ha sido, visto por algunos como un giro del pensamiento filosófico
de su autor hacia la religión, o dicho en otros términos, como si el
pensamiento filosófico acabase sometiéndose, inclinándose y mancillándose
ante la religión: la famosa philosophia est ancilla teologia. Para
otros, este libro era la ilustración, erudita y rica, de una peculiar
filosofía de la historia, en la que el principio de variación de Filosofía
del futuro alcanza su suelo y matriz propia al ver descubierto el
tema única del límite y su recreación en ls diversas modalidades categoriales
que definen los eones o las épocas de esta historia. Una de las grandes
aportaciones de este libro es, sin duda, dicha tabla categorial, y ciertamente
se encuentra aquí también una peculiar filosofía de la historia, pero
este libro es mucho más. Finalmente, para una gran mayoría, este libro,
que curiosamente anda ya por su cuarta edición, era una sincrética historia
de las ideas, con pasajes y momentos tan curiosos como emocionantes:
la descripción de la cultura occidental como el hijo bastardo, el híbrido,
entre un área poético-filosófica y otra profético-sofiológica; la relectura
de la ilustración como un período de un simbolismo oculto o en estado
de latencia, etc. A mi entender, la grandeza de este libro es doble:
el intento por hacer justicia, de una vez por todas, a la realidad espiritual,
es decir, el esfuerzo denodado por dar "un concepto que sea acorde
y consonante con la realidad espiritual". Explicar esta dimensión
del libro daría para escribir uno, pero baste que se reseñe dicho aspecto
tan olvidado. Este esfuerzo por hacer justicia a la realidad espiritual
condujo a su autor a desarrollar una investigación a fondo sobre la
naturaleza del símbolo y sobré el simbolismo. El otro specto, mucho
más notable, sorprendende y me atrevería a decir que misterioso, es
que dicho esfuerzo se vio recompensado con un efecto no querido, o mejor
dicho, no previsto: la más profunda y radical teoría de la
razón o, dicho con otras palabras, la mejor explicación de qué sea la
inteligencia humana. Si bien la exploración de la dimensión simbólica
de la razón, en su vertiente estética y religiosa, pretendía hacer justicia
a dichos dominios desde la nueva idea conquistada de límite, el resultado
fue sorprendente: una mejor y mayor comprensión de la naturaleza de
la razón.
Si mi hipótesis es correcta, se entiende la e conexión existente entre
La edad del espíritu, al final de la cual se proponía como tarea
para el futuro, a la edad del espíritu, la reconciliación de razón y
simbolismo o, dicho de otro modo, de la razón consigo misma, y La
razón fronteriza, en la que se nos expone el verdadero canon de
la misma. Quien se enfrente con este texto sentirá un dilema irreconciliable
en sí mismo: el libro parece incoherente, con dos partes claramente
diferenciadas, y un inicio o punto de arranque aparentemente injustificado.
No se arredre el lector, ni se espante, persista en la lectura atenta
de este texto, siempre aleccionador. Este inicio arrollador no es otro
que entender la "existencia" como dato que precede a la razón,
como elemento que la desborda y la precede, y que hace concebir la existencia
de la razón como éxodo o exilio. En ella se hacen claras y concebibles
las nociones de tiempo y eternidad, de libertad, de la muerte. Sin embargo,
accedemos de pronto a una segunda parte, en la que se acomete una verdadera
Crítica de la razón fronteriza. No me extenderé en explicar la
naturaleza de dicha Crítica, pero permítaseme dar lo que me una explicación
plausible de dicha estructura. Desde el comienzo me pregunté por qué
el profesor E Trías identificaba la filosofía con una teoría del conocimiento,
cuando yo entendía que era mucho más. Quizá mi formación, y un cierto
recelo natural, me impulsaban a pensar que el profesor Trías se equivocaba.
De : hecho, cuando vi que en su nuevo prólogo a La filosofía y su
sombra, alertaba sobre esta confusión inicial suya, me sentí
plenamente satisfecho. Sin embargo, creo que he llegado a entender que
era yo el que estaba equivocado y que Trías pensaba en algo muy distinto
cuando apuntaba a esta posible confusión. Toda filosofía es, en su núcleo
íntimo, una teoría del conocimiento, o en palabras menos académicas,
una comprensión de qué sea la inteligencia humana, porqe el único modo
de acceso al único Hecho, a lo que denominamos Mundo o, en otro sentido,
metafísica, es partir de la existencia de la razón. Si la razón no existiese
no habría algo así como Mundo, y aún menos ser humano. Si he entendido
bien la filosofía del límite, la idea central radica en el hecho de
que sólo una profunda comprensión de qué sea la razón, de qué sea la
inteligencia humana, nos permite acceder a la realidad. De este modo,
allí donde la filosofía del límite ha alcanzado su máxima comprensión
de qué sea la razón, en La razón fronteriza, preparada por La
Edad del Espíritu, la realidad misma se ha abierto con toda su riqueza,
y todas las categorías han ocupado su lugar, su ubicación correcta:
el universo de las ideas ha conseguido ordenarse de manera acorde a
la realidad, recubriéndose de un potencial explicativo del que antes
carecía. De esta forma entiendo yo la noción acuñada allí de "secularizar"
la razón, y se me hace claro que del ajuste entre inteligencia y realidad,
es decir, de lo que clásicamente se llamaba verdad, y de la constatación
de la posibilidad del error o desajuste, como del hecho de que no vivimos
en la verdad,surja la posibilidad de un uso práctico de la
razón teórica. En este sentido, la razón práctica, la de una facultad
libre sometida a un imperativo categórico, se fundamenta en el descubrimiento
teórico de ese hiato entre inteligencia y realidad. Dicho descubrimiento
es la verdadera fundamentación de la libertad que en Etica y condición
humana se analiza.
Queda claro que el "giro ontológico" ha dado lugar a la inauguración
y fundación de una filosofía del límite. La dimensión simbólica de la
razón, puesta en ejercicio en el arte y la religión, está
estrechamente conectada con las dimensiones teórica y práctica
de la razón. El ser fronterizo, el verdaderamente humano,
va descubriendo las relaciones, así como los antagonismos, que definen
la colonización de ese espacio que le es propio: el cerco fronterizo,
el limes. Sobre ella construye el fronterizo la única ciudad,
la única polis en la que puede haber verdadera vida humana:
la ciudad del límite.
La ciudad del límite
A veces, en conversaciones privadas con Eugenio Trías, le he preguntado
por la viabilidad de una filosofía política dentro de su filosofía del
límite. En la parte final de su Ética y condición humana se apuntaban
algunos posibles elementos de esa filosofía política. Hace poco pude
leer un artículo del autor, que bajo el título de "Definición de
Filosofía" ha aparecido recientemente (5). En el último apartado
del mismo, con el nombre de "Los barrios de la ciudad del lírnite",
su autor nos expone, de manera sintética, que su proyecto filosófico
es, en el fondo, la fundación de una ciudad. En este sentido, me atrevería
a afirmar que toda la filosofía de Trías es, en un sentido radical,
una filosofía y un proyecto políticos. Realmente quien penetre en la
verdadera esencia de lo político redescubrirá que, como pensaban los
antiguos, todo es política.
Desde El artista y la ciudad, Eugenio Trías está preocupado
por las relaciones entre la persona y la comunidad en la que se integra,
en el marco de la ciudad. Ahora, dicha ciudad es entendida como el espacio
verdaderamente humano, el espacio colonizado, que no es otro que el
hombre mismo (6). Esta ciudad estña dividida en cuatro barrios, y presidida
por dos estrellas binarias: la razón y el simbolismo. El primer barrio
o quartier de dicha ciudad es el correspondiente al simbolismo
estético; el segundo es el del simbolismo religioso. A su vez, la razón
fronteriza, según su uso, da lugar a dos barrios, el teórico o gnosoeológico,
y en su uso práctico, el ético o ético-cívico. Cada uno de estos barrios
mantiene su total y radical especificidad, no se confunde con ninguno
de los otros ni puede ser suprimido. La política no es nada más que
el rico y complejo conocimiento, que es al mismo tiempo experiencial
y teórico, de las relaciones entre dichos barrios, de la circulación
y comercio entre ellos, así como de las reivindicaciones propias de
cada uno de ellos. Quizás hemos llevado la metáfora demasiado lejos,
pero creo que podemos entender la filosofía del límite como la inauguración,
fundación y legislación de esta ciuedad del límite, en la que habite
el er fronterizo que todos somos.