LA EVOLUCIÓN DEL COMPORTAMIENTO INTELIGENTE: ¿EXISTE EVIDENCIA DE PROPÓSITO EN LAS MOLÉCULAS COMPLEJAS DE LA QUÍMICA? (*) Julián Chela Flores. |
RESUMEN. ¿Existen en la ciencia leyes, mecanismos generales, o valores especiales de algunas constantes físicas que podrían ser interpretadas en teología natural como indicadores de propósito? El ejemplo del ajuste fino (fine-tuning) resulta de interés en este contexto, ya que la astrofísica ha llevado a versiones débiles y fuertes del Principio Antrópico. En primer lugar existen algunas coincidencias numéricas notables en las constantes fundamentales de la física que parecen conspirar a favor de la emergencia de la vida inteligente en el universo (inicialmente ésta fue una observación atribuida al astrofísico británico Sir Fred Hoyle). Estos argumentos ya han inspirado discusiones científicas en la frontera cultural con las humanidades. Cabe la pregunta: ¿Existe tal analogía en la bioquímica? Nosotros argumentaremos que la emergencia de la vida inteligente puede ser interpretada no sólo como una conspiración de los valores de las constantes de la física microscópica, sino también como una conspiración de la evolución biológica. De hecho, tanto la evolución como la convergencia evolutiva son pertinentes a diversos niveles, comenzando por el bioquímico y acabando por el cósmico. Es nuestro propósito ilustrar algunos aspectos generales de esta interpretación de la emergencia de la vida inteligente en el universo, los cuales han llevado a posiciones discordantes en lo que respecta a la posible replicación de los atributos humanos en el universo. ¿Cuál es la posición de nuestro árbol de la vida en el universo? Para saber cuál es la posición de nuestro árbol de la vida en el universo debemos acudir a la ciencia. Antes que nada debemos poner a un lado algunas objeciones filosóficas que tienen profundas raíces en la literatura especializada. La convergencia evolutiva es un aspecto de la evolución que restringe su aleatoriedad. En el libro de Monod, Chance and Necessity, el autor pone demasiado énfasis en el rol que juega la 'casualidad pura' en la evolución. Este autor excluye el papel que la convergencia evolutiva pueda haber jugado en la evolución de la vida en la Tierra. Monod concluye que debemos rechazar la posibilidad de que haya tendencias en la evolución biológica. No es este un asunto estrictamente filosófico, aunque sus implicaciones filosóficas son importantes. La cuestión de tendencias en la evolución es relevante para los temas que conciernen a la astrobiología. Estamos viviendo al final de una enorme revolución tecnológica en lo que respecta a los medios de exploración de la esfera celeste en busca de la existencia actual de señales de comunicación de civilizaciones de otros mundos. Esta posibilidad surgiría como el fruto de la evolución del comportamiento inteligente más allá de nuestro sistema solar. Debemos señalar el hecho de que la casualidad a nivel molecular (es decir, mutaciones en el genoma) no excluye en un nivel más avanzado de la evolución la posibilidad de que un organismo demuestre tendencias evolutivas. Otro aspecto de la posible existencia de tendencias en la evolución son también relevantes para la teología natural, como ya ha sido discutido ampliamente por otros autores (Peacocke, 1988). No abordaremos aquí otras implicaciones más profundas de la búsqueda de vida extraterrestre, situadas también en la encrucijada entre la bioastronomía, la filosofía y la teología. Deseamos subrayar, no obstante, la importancia del tema de las tendencias en la evolución para ambos dominios: ya sea en la ciencia como en la teología. El proyecto de la búsqueda de inteligencia extraterrestre es conocido con las iniciales del proyecto en lengua inglesa SETI (Search for Extra-terrestrial Intelligence). El aspecto racional de este proyecto reside en la suposición de que las tendencias en la evolución observadas en la Tierra podrán servir como base para la comprensión de un eventual 'contacto' entre diferentes formas de civilizaciones, las cuales no pertenecerían al mismo árbol de la vida. La teología natural, por otra parte, representa la totalidad del conocimiento sobre la religión, a la cual podemos acceder a través del exclusivo razonamiento humano, sin apelar a la revelación. En este contexto, la tendencia observada en la evolución terrestre hacia cerebros de tamaño cada vez mayor, bien podría servir para un objetivo de la teología natural, es decir, racionalizar el concepto de la Acción Divina, sin que ello acarree el temor a fracasar en el establecimiento de un diálogo razonable y constructivo con la ciencia. Haber comprendido que la aleatoriedad en la evolución no contradice la existencia de la convergencia en la evolución, abre una puerta para un progreso real del acercamiento integrado entre todas las formas de la cultura. Tal acercamiento no caerá en la trampa que se remonta a la época de la publicación del trabajo seminal de Charles Darwin, cuando, posiblemente por la dificultad de la comunicación entre la ciencia y la religión, emerge una confrontación entre la fe y la razón. Desafortunadamente, tal confrontación todavía no nos ha abandonado del todo hasta la fecha.
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