Una de las cuestiones m·s acuciantes de la filosofÌa
contempor·nea y, por lo mismo, una de las m·s dignas de
ser pensadas es la referente al fundamento de la Ètica. Pretender
la aclaraciÛn reflexiva del ·mbito de la Ètica es
tambiÈn una de las labores m·s definitorias del modo en
que en nuestra Època se asume la filosofÌa. Acometer, tanto
frente a proyectos de razÛn dogm·tica como a sus pretendidas
disoluciones postmodernas, la tarea de mantener un concepto de razÛn
crÌtica que no renuncia a confrontarse con sus propias sombras
es una de las caracterÌsticas distintivas de la filosofÌa
de Eugenio TrÌas.
sta, desde la memoria histÛrica sobre
ciertos hitos que han marcado su rumbo, insiste en esclarecer el trabado
problem·tico de lo que somos y lo que hacemos; de lo que indefectiblemente
nos constituye y de lo que sÛlo es posible como objetivaciÛn
de nuestra praxis.
La aventura filosÛfica de Eugenio TrÌas, tanto por su sÛlido
anclaje histÛrico como por la destilaciÛn navegante de ideas
propias, es una de las propuestas m·s potentes del pensamiento
contempor·neo. Precisamente al problema de la naturaleza, funciÛn
y estructura del discurso filosÛfico dedicÛ TrÌas
su primer libro: La filosofÌa y su sombra. La idea-fuerza de
este texto seminal es que todo filÛsofo levanta una normatividad
de conocimiento con la cual establece lo que puede definirse como saber
y lo que, por violar la reglamentaciÛn instituida, como no
saber.
ste es la proyecciÛn de la normatividad cognoscitiva
y, por lo mismo, se constituye en su sombra. Posteriormente, esta idea
fue ensayada, con variantes que la enriquecen y matizan, en distintos
campos de la reflexiÛn como el teolÛgico, el del poder y
el de lo bello en los libros MetodologÌa del pensamiento m·gico,
TeorÌa de las ideologÌas, MeditaciÛn sobre el poder
y Lo bello y lo siniestro.
Dos singladuras definitivas en la producciÛn teÛrica de
TrÌas son, por una parte, El artista y la ciudad, donde se esbozan
las bases de una ontologÌa, y, por otra parte, dos obras complementarias:
El lenguaje del perdÛn y Tratado de la pasiÛn. En la primera
se indaga cÛmo los conceptos filosÛficos dominantes de razÛn
y actividad se alzan mediante el rechazo y la negaciÛn del elemento
pasional, y, en la segunda, lo que se muestra es la contraparte: el
conocimiento y la actividad emergen desde el sustrato inhibido de lo
pasional. Sin embargo, a este respecto conviene no olvidar lo que el
propio TrÌas nos dice en una de las primeras retrospectivas sobre
su obra:
Interesarse por lo irracional, investigar sus leyes ocultas, es una
operaciÛn altamente racionalista. [...] Jam·s he afirmado
que la razÛn, el logos humano, carezca de fuerza para internarse
con algún Èxito en esos territorios. He afirmado incluso que
en el seno de esa apertura pasional despunta el conocimiento racional,
o que razÛn y pasiÛn son una sÌntesis humana de tal
naturaleza que lo pasional posibilita o abre lo racional y lo racional
tiene en la pasiÛn su premisa y su soporte.[1]
DespuÈs de esta etapa de la que tambiÈn forman
parte tÌtulos como La dispersiÛn, La memoria perdida de
las cosas y, para nosotros el m·s memorable, Drama e identidad
en la que el ensayo filosÛfico en espaÒol es llevado
hasta una de sus alturas m·s sugerentes, viene otra, de mediaciÛn
y encuentro, conformada por una primera trilogÌa: FilosofÌa
del futuro, Los lÌmites del mundo y La aventura filosÛfica.
AquÌ TrÌas descubre y traza el itinerario de acceso a
su idea filosÛfica: concebir el ser en tanto que ser como lÌmite
y frontera.
A desplegar todo el potencial de esta idea est· dedicada una
segunda trilogÌa que muestra la madurez y el vigor de una propuesta
de pensamiento filosÛfico levantada en nuestro propio idioma,
desmintiendo asÌ de la mejor forma posible, es decir, pensando
realmente, ciertas opiniones disparatadas que niegan al espaÒol
la condiciÛn de lengua filosÛfica. La elaboraciÛn
y recreaciÛn insistente de la idea del ser del lÌmite se
despliega en LÛgica del lÌmite, La edad del espÌritu
con su apÈndice aparte: Pensar la religiÛn y
La razÛn fronteriza. La idea definitoria de la propuesta filosÛfica
de Eugenio TrÌas es que lo que desde ParmÈnides y AristÛteles
se llama ser puede ser pensado como ser del lÌmite.
Desde la idea del ser del lÌmite se desprenden distintos contenidos:
se descubre, en primer lugar, el ·mbito en el que el ser aparece;
el cerco del aparecer en el que transcurre nuestra existencia. En segundo
lugar, el lÌmite implica lo que se encuentra m·s all·
de Èl; el campo misterioso y sagrado que circunda el cerco del
aparecer y al que nuestra propia existencia se encuentra ligada. Este
cerco hermÈtico no es objeto de apariciÛn clara y distinta
sino de una revelaciÛn peculiar en tanto lo muestra salvaguard·ndolo
en su propio misterio. La manifestaciÛn sensible de lo que en
tanto tal no aparece es tarea de la revelaciÛn simbÛlica.
La exploraciÛn de la revelaciÛn simbÛlica en el campo
de las artes de desarrolla en LÛgica del lÌmite. AquÌ,
mediante un retorno creador a PlatÛn y nutriÈndose de la
tradiciÛn que va de Kant, Schelling y Hegel hasta Cassirer, Heidegger,
Nicol y Gadamer, TrÌas piensa ontolÛgicamente el concepto
de sÌmbolo y, a la vez, muestra el núcleo simbÛlico reflexivo
de la filosofÌa misma. Y en la monumental La edad del espÌritu
se continúa, en clave religiosa, la reflexiÛn sobre el sÌmbolo
persiguiendo: determinar un concepto filosÛfico de espÌritu,
desglosado en la exposiciÛn de sus categorÌas; y mostrar
el curso histÛrico de esas categorÌas, o el engarce de
eones que deriva de las formas de acontecer y de experiencia que esas
categorÌas hacen posible.[1] Por último, el tercer
contenido de la idea del ser del lÌmite es el lÌmite mismo
como espacio donde es posible habitar (limes), es decir, colonizar la
tierra desde el cultivo y el culto.
Concebido el ser de la tradiciÛn como ser del lÌmite, se
imponÌa la tarea de recrear el concepto de razÛn, a travÈs
de la trama de categorÌas que le son propias, como razÛn
referida al ser del lÌmite. Esta es la razÛn fronteriza
que, como hemos seÒalado, aspira a mantener su car·cter
crÌtico y a dialogar con sus propias sombras.
TrÌas ha desarrollado una concepciÛn unitaria de la filosofÌa
configur·ndola como filosofÌa del lÌmite. Sin embargo,
y aunque la preocupaciÛn no estaba ausente de las modulaciones
anteriores de la idea, a la filosofÌa del lÌmite le faltaba
probarse exclusivamente en uno de los campos m·s resbaladizos
de la discusiÛn actual: la Ètica.
tica y condiciÛn
humana es, justamente, esa modulaciÛn, o variaciÛn,
de la <<filosofÌa del lÌmite>> en el ·mbito
de la Ètica(p.15). Se trata, pues, de probar la pertinencia
interpretativa de la razÛn fronteriza en su uso pr·ctico.
El ocuparse de la Ètica es, en el caso del pensador del lÌmite,
una necesidad proveniente tanto de su afirmaciÛn de que la filosofÌa
no puede renunciar a la pregunta sobre la condiciÛn humana como
de su fÈrtil filiaciÛn kantiana: los grandes cuestionamientos
de siempre se resumen y concentran en la pregunta por lo que somos.
AsÌ, lo que TrÌas pretende desbrozar desde su idea del
ser del lÌmite es [...]una Ètica que se sustente
en una reflexiÛn sobre la condiciÛn humana, o sobre lo que
podemos saber acerca de ese perpetuo enigma que constituye lo que somos
(p.20).
Al concebir el ser mismo como lÌmite, TrÌas se percata
de que el ser del lÌmite es determinante para el concepto de
inteligencia y razÛn y, por lo tanto, para la viabilidad del uso
pr·ctico de esta razÛn. La razÛn es onto-lÛgica
al co-responder al ser del lÌmite en sus distintos contenidos.
AsÌ, los pivotes del uso pr·ctico de la razÛn fronteriza
son ontolÛgicos. Dicho de otro modo: promover una propuesta Ètica
sÛlo es posible desde la reflexiÛn sobre lo que somos y
Èsta, como fuente de inspiraciÛn y de experiencia, manifiesta
que nuestra condiciÛn es limÌtrofe entre la naturaleza
y el mundo. SÛlo nuestra peculiaridad de habitantes del lÌmite
constituye la matriz en la que se fundamenta la formulaciÛn de
la Ètica.
En la configuraciÛn de la razÛn como razÛn fronteriza
insistimos en este punto porque nos parece realmente clave para
comprender la propuesta que nos ocupa Èsta no abdica de
su tradiciÛn crÌtica ni de su apertura dialÛgica
con lo que la excede y sobrepasa. En el di·logo entre la razÛn
y la sinrazÛn se destaca el lÌmite como lugar de conjunciÛn
y disyunciÛn. Esto es lo que significa que el lÌmite sea
el ser mismo de tal modo que ese lugar del lÌmite es con el que
tiene que vÈrselas la razÛn fronteriza en tanto tal y en
su uso pr·ctico.
Ese lugar del lÌmite es el que inspira una concepciÛn de
la humana conditio acorde con esa Idea onto-lÛgica. Y esa comprensiÛn
de lo que somos (lÌmites y fronteras del mundo) es, justamente,
lo que orienta en relaciÛn a la posibilidad de exponer una propuesta
Ètica que se ajuste al concepto de razÛn fronteriza que
aquÌ se va perfilando. Se trata de mostrar el uso pr·ctico
de esa razÛn fronteriza; y sobre todo la proposiciÛn ling¸Ìstica
que permite exponer, o expresar, esa razÛn fronteriza pr·ctica
en un sentido ajustado o concordante con la Idea que pueda trazarse
en relaciÛn a nuestra propia condiciÛn humana (p. 22)
øQuÈ somos y cu·l es la proposiciÛn Ètica
que nos conmina a formar y mantener eso que somos? El objetivo de TrÌas
es mostrar que hay una proposiciÛn que fundamenta a la praxis
Ètica de tal modo que Èsta quede orientada al constituirse
como respuesta a lo que la proposiciÛn Ètica propone.
La proposiciÛn Ètica fundamental sÛlo puede provenir
de la reflexiÛn sobre la condiciÛn humana que, como ya hemos
dicho, para TrÌas est· definida por su car·cter
limÌtrofe y fronterizo: somos los habitantes del lÌmite.
Nuestra existencia, como habitar en el lÌmite, se significa por
un doble tr·nsito: de la naturaleza al mundo a partir del proceso
de humanizaciÛn y del mundo, mediante la muerte, hasta los confines
arcanos del cerco hermÈtico. Nuestra existencia, la que nos conforma
y a la que formamos en nuestros propios lÌmites que son,
a la vez, los del mundo, est· exiliada de la naturaleza y abocada
al misterio del fin.
Nuestra existencia se halla, pues, marcada y de-signada por ese LÌmite
que la determina y define. Un LÌmite que establece su propia
Medida, a la vez distante de su origen natural, nativo, y de su último
confÌn (en el cual se repliega inexorablemente en el cerco hermÈtico).
En esa Medida limÌtrofe halla nuestra propia existencia el signo
indicador de su propia condiciÛn: la que corresponde a la humana
conditio (p. 34).
Nuestra limitaciÛn mundana nos circunscribe al campo del significado.
La condiciÛn humana no es natural; es ling¸Ìstica.
Procedemos de la naturaleza pero Èsta queda transmutada en nuestro
ser logos (pensamiento y lenguaje). Por el logos se abandona, hasta
cierto punto, la matriz fÌsica y, por lo mismo, Èsta nos
expulsa conden·ndonos al exilio y al Èxodo. Nuestra condiciÛn
es búsqueda errante de un hogar propio. Desde la naturaleza hemos transitado
al mundo que, no obstante, sÛlo es sosteniÈndose en aquÈlla.
Mundo es el tejido de sentidos y de significados introducidos por la
proyecciÛn y objetivaciÛn de nosotros mismos, es decir,
de los signos y sÌmbolos con los cuales poblamos la naturaleza
de manera tal que Èsta misma se transmuta.
Somos el último confÌn de la naturaleza en el cual Èsta
misma descubre su propio misterio y propone nuestro propio enigma. Este
descubrimiento y esta propuesta sÛlo son posibles desde la transmutaciÛn
de la naturaleza en mundo. En y desde el mundo, lo que somos proyecta
sobre el h·bitat natural lo que marca nuestra diferencia: la
inteligencia ling¸Ìstica y su capacidad de dotar de significaciÛn
y sentido al conjunto de lo que acaece. El conjunto de acaeceres significativos:
eso es el mundo (p. 529).
Desde aquÌ debe brotar la proposiciÛn Ètica de la
razÛn fronteriza como razÛn que co-responde al ser del lÌmite.
AsÌ, el uso pr·ctico de la razÛn debe determinarse
en una proposiciÛn que refiera y oriente la praxis Ètica.
La proposiciÛn Ètica de la razÛn fronteriza asume
una forma imperativa: ella formaliza universalmente una propuesta y
ante Èsta el sujeto Ètico debe responder libremente con
su acciÛn, la cual puede ajustarse o no a aquello que lo conmina
la proposiciÛn.