Cuando en 1494 regresa a Londres, Moro se dedica a estudiar leyes, primero
en New Inn y luego en la Lincolns Inn, facultad donde su padre
se había graduado. Cuatro años reside en la Cartuja de
Londres, pero abandona la vida monacal para contraer matrimonio con
Juana Colt en 1505, con la cual tendrá cuatro hijos. A partir
de este momento comienza su brillante y ascendente carrera. En 1504
es elegido diputado y se especializa en derecho marítimo y comercial,
trabajando para las Livery Companies y The Merchant Adventures. En torno
a 1510, después de la muerte de su primera esposa (1509) y de
contraer segundas nupcias con Alicia Middleton, Moro es nombrado Under-Sheriff
de Londres (cargo judicial y administrativo), y Juez de Paz de Hampshire.
En 1515 comienza su carrera diplomática en Flandes, Calais (1517)
y en su mismo país. Dos años después, el día
1 de mayo se produce una revuelta en Londres contra mercaderes extranjeros,
que Moro logra refrenar hábilmente, por lo que el rey Enrique
VIII lo llama a su servicio como Consejero real. En 1520 se le nombra
vice-tesorero del Exchequer, Presidente de los comunes en 1525 y, cuatro
años después, Canciller de Lancaster, puesto del que dimite
en 1532, por su oposición tanto al Acta de Supremacía,
mediante la cual Enrique VIII se convertía en jefe espiritual
de la Iglesia de Inglaterra y como a su divorcio de Catalina de Aragón.
Enrique VIII, que no había tenido hijos varones con Catalina,
contrae nuevo matrimonio con Ana Bolena en 1533. Se decreta un Acta
de Sucesión que declara ilegítimos los hijos de Catalina
y legítimos a los de Ana. Moro abandona sus cargos públicos
y se retira a su casa de Chelsea, pero su persecución no se hace
esperar: acusado de traición es encarcelado en la Torre de Londres,
condenado a muerte el 1 de Julio de 1535 y decapitado el 6 de Julio
de ese mismo año.
La Utopía política de Tomas Moro
Pese a que su actividad como escritor y traductor fue abundante (Epigramas,
Diálogos de Luciano, Vida de Pico de la Mirandola), no cabe
duda de que Utopía (1516) es la obra más
importante e influyente de Tomas Moro, escrito en el que se platea el
problema de la legitimidad y la fundamentación del poder y que
inaugura el pensamiento político de la modernidad, junto con
Maquiavelo (El príncipe) y La Boétie
(Discurso de la servidumbre voluntaria).
El proceso de progresiva secularización de la sociedad, así
como la crítica a la inadecuación de las instituciones
políticas y eclesiásticas que culminaron en la Reforma,
exigían una nueva manera de plantearse el problema de la relación
entre lo público y lo privado o, lo que es lo mismo, la cuestión
de la articulación entre la esfera de la moral y la de la praxis
política en la que la primera ha de tener lugar.
Utopía está dividida en dos partes. En la primera,
escrita después de la segunda, Moro se lanza a una enérgica
crítica de la situación política y social de Europa,
centrándose especialmente en la Inglaterra de mediados del siglo
XVI. Todos los males que acechan al hombre no son producto de un designio
divino ni surgen de su propia naturaleza. En contra de la tesis mantenida
por Hobbes (homo homini, lupus), Moro afirma la bondad
e inocencia connaturales al hombre. Todo desorden y mal moral es siempre
fruto de una mala organización y gestión de lo público.
Son las instituciones y organizaciones sociales y políticas las
responsables de la entidad moral de los sujetos que bajo ellas se desarrollan.
Nuestros destinos no dependen de ninguna finalidad inmanente (formas,
esencias, naturalezas) o trascendente (Dios, inmortalidad, etc.) a nosotros
mismos. Antes bien, el bien y el mal morales se juegan siempre en el
tablero de lo histórico, es decir: en lo político y social
mismos.
Por este motivo Utopía, término originalmente acuñado
por Moro, designa un "no-lugar" o un "lugar ilocalizable
en ningún sitio" por cuanto es un ideal, un horizonte futuro,
aunque razonablemente posible y realizable a través de la praxis
política. Esto implica la aceptación por parte de Tomas
Moro de la posibilidad histórica de un progreso de la
humanidad. Utopía no es una fábula ni un mero divertimento
literario del autor. Utopía es el límite que se
ha de hallar presente en nuestra mirada si lo que queremos es construir
un mundo en el que todos los males (morales, políticos, religiosos)
sean erradicados por completo.
Ahora bien, desvinculado el mal de sus raíces trascendentes y
naturales, Moro llevará a cabo un exhaustivo análisis
social que deje translucir su génesis. El origen del mal se halla
vinculado a dos fenómenos: por un lado la propiedad privada,
tesis que más tarde recogerá el ilustrado Jean-Jacques
Rousseau, y por otro lado la guerra a la que se prestan por
pura ambición los gobernantes europeos (ejemplo de ella fue la
mantenida por Enrique VIII contra Francia, contienda a la que Moro era
contrario).
La división entre ricos y pobres, opresores y oprimidos surge
de un desigual reparto de la riqueza, desigualdad que genera no sólo
una fractura entre dos clases en pugna, sino un sinfín de rivalidades
y desórdenes sociales (revoluciones y levantamientos de los más
pobres, miseria, delincuencia, ociosidad impúdica de nobles y
clérigos) que normalmente termina justificando el mantenimiento
de un ejército permanente muy costoso económicamente y
peligroso en épocas de estabilidad.
La modernidad del pensamiento de Moro se deja notar en su critica
a la sociedad estamental: la división platónica entre
guardianes y trabajadores ha de ser suprimida por una República
en la que todos los hombres, cualquiera que sea su condición
y profesión, están obligados a trabajar en vistas al bien
común. Esto es posible únicamente si se elimina la propiedad
privada:
"el solo y único camino hacia
el bienestar público está en declarar la comunidad de
bienes, y esto no sé si se podrá guardar donde lo que
posee cada uno es su propiedad" (Utopía,
Libro I).
"Por eso, cuando contemplo y medito
sobre todas esas repúblicas que hoy florecen por ahí,
no se me ofrece otra cosa, séame Dios propicio, que una cierta
conspiración de los ricos que tratan de sus intereses bajo el
nombre y título de república. Y discurren e inventan todos
los modos y artes para, en primer lugar, retener sin miedo de perderlo
lo que acumularon con malas artes; después de esto, para adquirirlo
con el trabajo y fatigas de todos los pobres por el mínimo precio;
y para abusar de ellos. Estas maquinaciones, tan pronto que los ricos
han decretado que se observen en nombre del pueblo, esto es, también
de los pobres, se hacen ya leyes" (Utopía,
Libro II).
En el segundo libro de Utopía, Rafael Hythlodaeo nos describe
la isla de los utopienses: una comunidad de trabajadores que, gobernados
por los más sabios, actúan con vistas al bien común.
En ella no existe la propiedad privada, sino que todos producen, participan
y disfrutan de los bienes, por lo que la miseria y las revueltas y revoluciones
asociadas a ella desaparecen:
"Pues la realidad misma enseña
que se engañan de medio a medio quienes opinan que la indigencia
del pueblo es la garantía de la paz. En efecto, ¿dónde
hallas más pendencias que entre los mendigos?. ¿Quién
se aplica con más ahínco a transformar las cosas sino
a quien la situación presente no agrada lo más mínimo?
¿O quien, finalmente, está poseído de una furia
más audaz para subvertir todo con la esperanza de lograr algo
de donde sea, sino quien ya no posee nada que pueda perder?"
(Utopía, Libro I).
La utopía de Moro, no es revolucionaria; antes bien, legitima
y justifica el poder absoluto del gobernante o monarca. Todo está
sujeto a un orden inexorable. Los delitos se castigan con la esclavitud,
no con la pena de muerte, y el ocio y el vicio se previenen mediante
un trabajo y una cultura dirigidos. No hay penosas diferencias sociales,
pero la libertad se halla constantemente vigilada para que nadie sobrepase
los límites de la "corrección moral". Nuestros
modernos Estados heredaron muchos de los postulados utópicos
de Tomás Moro, y su enorme influencia se rastrea en los hospitales
para pobres creados en Europa, las reservas para indios en América
o en el pensamiento de los socialistas utópicos y del marxismo.
Elena Diez de la Cortina Montemayor