LA CIENCIA ASTROBIOLÓGICA. UN NUEVO
RETO PARA EL HUMANISMO DEL SIGLO XXI (*)
Autor: Dr. Roberto Aretxaga Burgos (Dpto. de Filosofía de la Universidad de Deusto, Bilbao) (*) Trabajo presentado por el autor en el Congreso Internacional: Humanismo para el Siglo XXI, organizado por la Universidad de Deusto y que se celebró en Bilbao entre el 4 y el 7 de marzo de 2003 RESUMEN En este trabajo mostramos algunos aspectos de la astrobiología que hacen de ella una ciencia revolucionaria, así como algunas de sus implicaciones culturales, con la intención de contribuir a suscitar en nuestro país el interés de la filosofía, y del humanismo en general, por esta ciencia y de propiciar el encuentro entre estos campos del saber; un encuentro que también los astrobiólogos demandan. |
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"La astrobiología es una nueva y emocionante disciplina consagrada al estudio de la vida en la Tierra y otras partes del universo -su origen, evolución, distribución y futuro-. Este nuevo área de estudio multidisciplinar aglutina las ciencias físicas y biológicas a fin de considerar algunas de las cuestiones más fundamentales del mundo natural. 2.2. FUNDAMENTOS CIENTÍFICOS DE LA BÚSQUEDA DE VIDA EXTRATERRESTRE Atenderemos seguidamente a los aspectos que hacen de la búsqueda de vida extraterrestre una actividad científica de la mano de la astrobiología. * El paradigma evolucionista como marco teórico explicativo. La teoría darwiniana de la evolución de las especies se complementa con los descubrimientos realizados en genética por De Vries, Correns y Tschermak, en 1900, sobre el papel de la mutación como mecanismo del cambio genético, y los de Watson y Crick, en 1953, con la descripción de la doble hélice de ADN en la que se halla inscrito el código genético común a todas las especies vivas. Con ello se explicaba el problema de los mecanismos que permiten que ciertas características se mantengan en la descendencia, así como la aparición de otras nuevas. La resolución de estos problemas, que Darwin dejó pendientes, posibilitó la aparición de la teoría sintética de la evolución, permitiendo enmarcar la teoría evolucionista en el nivel molecular, lo que resulta básico para los estudios astrobiológicos. * Las investigaciones científicas sobre el origen de la vida. Estos estudios fueron iniciados por Oparin y continuados con los experimentos efectuados en 1952 por Urey y Miller, que dieron como resultado la aparición de aminoácidos a partir de una mezcla de gases diversos y descargas eléctricas en el interior de un matraz simulando las posibles condiciones ambientales de una Tierra primitiva. Desde entonces, la producción de moléculas simples en laboratorio bajo condiciones de simulación de entornos primitivos terrestres se ha convertido en algo habitual, siendo ya al menos 12 las moléculas interestelares precursoras de biomoléculas sintetizadas en experimentos de evolución química. * Los descubrimientos posibilitados por las nuevas y revolucionarias ciencias y técnicas del siglo XX. Estas ciencias y técnicas -aludidas en el apartado 1-, puestas al servicio de las ciencias espaciales y planetarias, tanto de observación -telescopios, radiotelescopios... -, como de misiones exploratorias automáticas -Voyager, Viking, Galileo... -, han permitido comprobar la existencia en el espacio exterior de los tres elementos básicos para el surgimiento, mantenimiento y evolución de la vida, al menos tal como se la conoce actualmente: existencia de agua, una fuente de energía y reserva de materiales orgánicos. En cuanto al agua, en nuestro sistema solar se suceden los descubrimientos de cuerpos celestes que la contienen actualmente, como Europa, la luna de Júpiter que alberga un océano bajo su corteza helada, o la tuvieron en el pasado, como es el caso de Marte. Por lo que respecta a la existencia de planetas extrasolares, desde que en 1995 se hallara el primero, el número de los descubiertos no ha hecho sino aumentar a un ritmo vertiginoso, rondando ya el centenar. Entre ellos, algunos orbitan estrellas, uno al menos parece poseer atmósfera y existen indicios de agua en un sistema solar distante. En lo concerniente a las fuentes de energía, hoy se sabe que no es necesaria la existencia de una estrella para la viabilidad de la vida. Se han descubierto en la Tierra formas de vida y ecosistemas que se desarrollan con independencia de la luz solar, extrayendo la energía que precisan de las actividades geológicas -vulcanismo, presiones- o de la transformación de elementos químicos mediante bacterias -llanuras abisales submarinas terrestres-. Respecto de la existencia de elementos orgánicos -endógenos o exógenos-, no hace mucho aún que el medio interestelar era considerado un espacio frío donde únicamente había polvo estelar y rocas. Sin embargo, para 1990 ya se habían encontrado en él más de 80 tipos diferentes de moléculas, en su mayoría orgánicas, algunas compuestas de hasta trece átomos. En la actualidad, las moléculas descubiertas llegan al centenar y de ellas las tres cuartas partes son orgánicas. También debe considerarse el papel de los cometas y asteroides, que pueden suministrar agua y materia orgánica -en algunos se han encontrado aminoácidos-, así como transferir materia con vida microbiana de un planeta a otro en un lapso de tiempo aceptable. * La precocidad y resistencia de la vida. Hoy sabemos por los fósiles más viejos de la Tierra -probablemente de unos 3.500 millones de años- que la aparición de la vida en nuestro planeta aconteció antes de lo estimado. Esto indica que el tiempo necesario para el surgimiento de la vida, si no se interfiere en sus procesos, es breve. También se ha podido comprobar que la vida es un fenómeno muy resistente a situaciones catastróficas -impactos de asteroides, cambios climáticos... -, y a condiciones medioambientales límite, como es el caso de los extremófilos descubiertos en nuestro planeta durante la pasada década. Estos microorganismos viven y se desarrollan en ambientes considerados inviables para la vida hasta hace poco, y el número de los descubiertos aumenta en la medida en que se perfeccionan las técnicas para su detección. Los hay que son capaces de sobrevivir en el espacio exterior, en reactores nucleares, en medios extremadamente ácidos, a temperaturas extremas... Recientemente se han descubierto organismos procariotas y eucariotas viviendo en condiciones tan extremas como las del río Tinto (Huelva), consideradas muy similares a las existentes en Marte. Todo ello ensancha el rango vital casi a cualquier ambiente y pone de manifiesto la tenacidad de la vida. La combinación de todos estos aspectos y evidencias fundamenta racionalmente la posibilidad de la existencia, cuando menos, de vida extraterrestre microscópica y, por tanto, su búsqueda científica. Sin embargo, el último descubrimiento mencionado posee una especial relevancia al abrir nuevas posibilidades ante la ciencia. En efecto, sabemos que la vida en la Tierra ha evolucionado hacia la eucarioticidad, y que ésta es condición necesaria para el desarrollo de células y sistemas nerviosos complejos y, por tanto, para la existencia de organismos multicelulares inteligentes, como los humanos. Esto permite transformar la pregunta por la aparición de la inteligencia en la Tierra en la de la aparición de la célula eucariota, desligándola así de la relativa al origen de la humanidad. Tal cambio en la forma de preguntar posibilita la transformación del problema en una cuestión científica y hace susceptible de contrastación experimental la hipótesis de la universalidad de la eucariogénesis: "Una vez que los procesos que generan la vida entran en acción, los planes celulares (procarioticidad y eucarioticidad) son una consecuencia obligatoria de las leyes de la física, de la química y de la biología. Tal situación no es característica sólo de la evolución de la biota terrestre. La evolución de los planes procarióticos y eucarióticos ocurrirán en cualquier otro planeta, o satélite, que pueda ofrecer los tres ingredientes básicos de la vida. Éstos son: una reserva de material orgánico sea de origen exógeno o endógeno, agua líquida y una fuente de energía estelar o geológica [1] " . Ahora sabemos, por tanto, qué deberían buscar preferentemente las futuras misiones espaciales astrobiológicas, como la proyectada Cryobot/Hydrobot a la luna joviana Europa. Lo indicado, además, incide favorablemente sobre el carácter científico de los presupuestos teóricos que fundamentan el proyecto astrobiológico complementario de radiodetección SETI -en el que participan prestigiosas instituciones científicas, como la Universidad de Berkeley (California)-, aumentando así sus probabilidades de éxito. SETI busca señales de vida extraterrestre inteligente tecnológicamente avanzada capaz de utilizar ondas de radio y frecuencias para emitir mensajes al espacio de forma intencionada o accidental. |
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3. RETOS DE LA ASTROBIOLOGÍA AL HUMANISMO DEL SIGLO XXI Puesto que, como hemos mostrado: a) la ciencia y la técnica del siglo XX han supuesto profundos retos para la propia ciencia, así como para la filosofía y el humanismo en general, b) estas ciencias y técnicas revolucionarias son precisamente las que integran la astrobiología y le confieren su carácter multi/inter-disciplinar, y c) uno de los principales objetivos de esta ciencia es hallar vida en otro lugar del universo distinto del terrestre con el fin de comprender mejor el origen y evolución de la vida en nuestro planeta así como su distribución y destino en el universo, resulta evidente, entonces, que tanto la existencia misma de esta ciencia emergente, como su labor, fines, objetivos e implicaciones constituyen un nuevo reto no sólo para la ciencia sino también para el humanismo y la filosofía del siglo XXI. Dadas las características del presente trabajo, nos limitaremos a señalar algunos de esos retos. A título orientativo, resulta útil clasificarlos en dos grandes grupos: A) Retos derivados del peculiar modo de acceso y presentación de lo real -en este caso la vida- por parte de la astrobiología como consecuencia de los revolucionarios orígenes de las ciencias que la integran, tal y como se mostró en los apartados 1 y 2. Es este un reto de carácter epistémico y epistemológico que involucra cuestiones como el estatuto científico de la astrobiología o la validez, fiabilidad y peculiaridad de sus técnicas y métodos. Sugerimos como posible punto de partida para abordar este asunto la teoría de la Meta-técnica elaborada por Ernesto Mayz Vallenilla. En cualquier caso, como ya se habrá advertido, estos retos no son exclusivos de la astrobiología, sino comunes a cualquier disciplina de conocimiento. B) Retos derivados de los fines y objetivos propios de la astrobiología y, por tanto, exclusivos de la misma. Estos retos podrían agruparse bajo la categoría "crisis del paradigma biocéntrico". Por biocentrismo entenderemos, siguiendo la definición de Julián Chela-Flores, "la doctrina que atribuye un carácter único a la evolución biológica que ha tenido lugar en la Tierra, desde una bacteria hasta los seres humanos [2]" . El calado de este reto es comparable al que en su momento tuvieron los de Galileo (crisis del geocentrismo) y Darwin (crisis del antropocentrismo). Uno de los desafíos de este grupo será, muy probablemente, la reconsideración de la posición de la vida humana y la humanidad en el cosmos como consecuencia de la revisión del término "vida". Otro tipo de retos perteneciente a este grupo sería el de carácter ético, y ello a varios niveles: 1) vida microscópica, 2) vida macroscópica y 3) vida "personal". El nivel 1 contemplaría, por un lado, cuestiones implicadas por el aterrizaje de naves espaciales terrestres en otros cuerpos del sistema solar y, por otro, las concernientes al retorno de naves exploratorias portadoras de posibles muestras biológicas extraterrestres para su análisis en la Tierra. En ambos casos existe el riesgo de contaminación planetaria por microorganismos y el consiguiente peligro para la integridad de formas de vida y ecosistemas originarios, incluido el terrestre. Estos riesgos son reales: el primero de los supuestos es muy probable que ya haya sucedido a tenor, entre otros, del incidente de la sonda lunar Surveyor 3, en 1967; el segundo, comenzará a serlo con la traída de muestras marcianas dentro de unos pocos años. Estas razones han llevado al Comité de Investigaciones Espaciales (COSPAR) a estimar diversos niveles de riesgo, y algunos autores hablan ya de la necesidad de una "ética cosmocéntrica [3] " . En el nivel 2, los retos éticos son mayores ante la posibilidad de hallar formas de vida extraterrestres sintientes e inteligentes. En el nivel 3, el reto sería superlativo pues contemplaría aspectos derivados de un improbable, aunque no imposible, contacto -no necesariamente físico- con formas de vida inteligentes y sintientes poseedoras de la dignidad de "persona". Considerar tales formas vivientes como humanas probablemente sería inadecuado, ya que habrán surgido y evolucionado en entornos distintos/diferentes del nuestro. En tal caso, una posible solución pasaría por la revisión del concepto "persona" para hacerlo extensivo a seres diferentes -poco o mucho- biológicamente de los humanos pero poseedores de características intelectuales, mentales, sentimentales y comportamentales que les confiriesen tal categoría. Otros retos serían los derivados de las investigaciones sobre habitabilidad y terraformación de otros mundos, que permiten concebir la posibilidad de expansión de la humanidad hacia cuerpos estelares distintos de la Tierra. Los retos señalados son tan sólo algunos de los muchos y diversos que para la cultura y la sociedad humanas implican la ciencia astrobiológica y su posible -y cada vez más probable- éxito en la búsqueda de vida extraterrestre; retos que propician que los mismos astrobiólogos reclamen ya la aproximación y el diálogo crítico entre su ciencia y la filosofía, así como con el conjunto de las ciencias humanas y sociales a fin de prever, analizar y asumir dichos impactos evitando efectos indeseables, principalmente sobre la vida humana y sus formas de expresión -sociedad, cultura, pensamiento, religión, arte... -. Sin embargo, ni el tipo de cuestiones aquí expuestas, ni su planteamiento, gozan aún en España de la atención y el relieve académicos que merecen, al contrario de lo que ya sucede en otros países de nuestro entorno cultural. Por ello, en el ánimo de nuestra intervención hoy en este foro está contribuir a remediar tal situación, que sólo puede ser calificada de paradójica al compararla con el carácter pionero y destacado de España en astrobiología gracias a la labor del prestigioso e internacionalmente reconocido Centro de Astrobiología (CAB); institución científica que cuenta con la participación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Finalmente, invitamos a quienes consideran las cuestiones aquí expuestas secundarias frente al dolor y los conflictos de todo tipo que atormentan al género humano a reflexionar sobre el hecho de que la astrobiología, si bien emergente, sea una ciencia operativa cuyas implicaciones y desafíos, quiérase que no, forman ya parte de nuestro mundo, de modo que ignorarlos, negarlos o minusvalorarlos sólo contribuiría a generar más desorientación y conflicto en nuestras ya de por sí suficientemente atribuladas sociedades tecno-científicas. Muchas gracias por su atención. NOTAS [1] Cf. Julián Chela-Flores, "Marco cultural
de la astrobiología", en "Astrobiología
y filosofía", Letras de Deusto (en prensa).
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