En 1713 obtiene el cargo de secretario de la embajada francesa en La
Haya, trabajo del que es expulsado debido a ciertas relaciones amorosas.
Apasionado ya desde entonces por la literatura, frecuenta los lugares
donde se reúnen los intelectuales y artistas más destacados
y, cuando muere en 1715 Luis XIV y toma la regencia el Duque de Orleáns,
Voltaire escribirá una sátira contra él que le
llevará preso a la Bastilla durante un año, tiempo que
dedica a estudiar literatura.
En 1718 Voltaire conoce su primer éxito con la tragedia Edipo
y con una epopeya, La Henriade, dedicada al tolerante rey Enrique
IV, que se estrena en 1723. Sin embargo, no cesan los problemas; una
disputa con el noble De Rohan le lleva de nuevo a la Bastilla y después
al destierro, motivo que provoca su retiro a Londres durante dos años,
lugar en el que contactará con la elite literaria, científica
e intelectual. Cuando regresa a Francia en 1728, Voltaire difundirá
las progresistas ideas políticas inglesas y el pensamiento del
científico Isaac Newton y del filósofo John
Locke.
En 1731 escribe Historia de Carlos XII, obra en la que esboza
los problemas y tópicos que, más tarde, aparecerán
plenamente madurados en su famosa obra Cartas filosóficas,
publicada en 1734 y en la que lleva a cabo una radical defensa de la
tolerancia religiosa y la libertad ideológica, tomando como modelo
la permisividad inglesa y acusando al cristianismo de ser la raíz
de todo fanatismo dogmático. Por este motivo, en el mes de mayo
se ordena su detención y Voltaire se refugia en el castillo de
la culta Madame Châtelet, mujer con la que establecerá
una larga relación personal y con la que trabajará concienzudamente
en una obra sobre el pensamiento newtoniano, que lleva por título:
La filosofía de Newton.
En 1742 Voltaire publica Mohamed o el fanatismo, obra que será
prohibida y un año después aparece Mérope.
Por esta época, en la que había estallado la guerra de
sucesión austríaca, Voltaire marcha en misión secreta
a Berlín, después de lo cual recupera su prestigio, siendo
nombrado académico, historiógrafo y Caballero de la Cámara
real. Cuando muere Madame de Châtelet en 1749, Voltaire vuelve
a Berlín invitado por Federico II, pero pronto acaba mal con
el monarca y, huyendo de Prusia, se le detiene en Francfort, para después
ser expulsado nuevamente de Alemania. Como Francia le negó la
residencia, Voltaire se refugia en Suiza.
En 1759 publica Cándido o el optimismo, obra que
será inmediatamente condenada en Ginebra por sus irónicas
críticas a la filosofía leibniziana y su chistosa sátira
contra clérigos, nobles, reyes y militares. Las inocentes reflexiones
del joven Cándido no dejan títere con cabeza. Cuatro años
después compone Tratado sobre la tolerancia y en
1764 su Diccionario filosófico. Desde entonces,
siendo ya Voltaire un personaje famoso e influyente en la vida pública,
interviene en distintos casos judiciales, como el caso Calas y el de
La Barre, que estaba acusado de impiedad, defendiendo la tolerancia
y la libertad a todo dogmatismo y fanatismo.
En 1778 Voltaire vuelve a París, acogido con entusiasmo, muriendo
el 30 de mayo de ese mismo año.
El pensamiento de Voltaire
Aunque fue un pensador polifacético y poco o nada sistemático,
Voltaire se convirtió en un símbolo del enciclopedismo
y de las modernas ideas ilustradas que defendían la libertad
de pensamiento, la tolerancia y la justicia como instrumentos superadores
de la ignorancia, el dogmatismo y las supersticiones de toda índole.
Frente al oscurantismo no solo ideológico, sino académico,
esgrimirá Voltaire el buen hacer de su pluma, la cual gozaba
de una enorme claridad crítica y de una demoledora y mordaz franqueza
que le hicieron granjearse numerosos problemas y enemistades. Su escritura
se mofa de la utilizada por los abstrusos escolásticos o, como
sarcásticamente escribe en el Cándido, de los que
se dedicaban a enseñar la metafísica teologocosmolonigológica.
Pese a compartir muchos de los postulados básicos aceptados por
la mayoría de los ilustrados ingleses y franceses, a Voltaire
le separa de ellos la carencia de un optimismo metafísico y la
fe en un progreso humano capaz de arrebatarnos de la mezquindad y de
la ruindad en la que estamos inmersos. En contra de la tesis del "buen
salvaje" mantenida por Rousseau, Voltaire no cree en ninguna
inocencia y bondad naturales del hombre. No es la sociedad, el Estado
o la cultura la que pervierte y denigra esa inocencia primigenia del
hombre, antes bien, es el propio hombre el que genera las propias condiciones
de su miseria. La ética no se halla subordinada a la política,
porque se trata de un ámbito inmanente a nuestra propia naturaleza.
La absoluta confianza de la razón que postularon un siglo antes
los racionalistas no es aceptada por Voltaire, para el cual la inteligencia
humana por sí misma puede denunciar, criticar y corregir algunos
prejuicios, errores o disparates, pero por sí sola es impotente
para erradicar estos males.
Frente al optimismo adoptado por los ilustrados y llevado a su culmen
por Leibniz en su teoría de la armonía preestablecida,
en la que afirma que éste es el mejor de los mundos posibles,
el joven e inocente Cándido saca sus propias conclusiones:
"-Oh, Pangloss exclamó
Cándido-. Jamás me hablaste de semejantes abominaciones,
y por lo que veo y he visto son hechos concretos y verídicos.
¿Habré de renunciar a compartir tu optimismo.
-¿Qué es el optimismo? inquirió Cacambo.
-No es sino el empeño de sostener que todo es magnífico
cuanto todo es pésimo explicó Cándido."(Cándido).
El único remedio para hacer la vida tolerable que acepta Voltaire
en su obra Cándido o el optimismo es el trabajo.
De nada sirve buscar fines ni mucho menos presuponer que existe cierto
orden racional en el mundo susceptible de crear las condiciones necesarias
en las que pueda desarrollarse una vida virtuosa y justa. Como dice
chistosamente en la mencionada obra, el fin con el que Dios creó
el mundo fue "para hacernos de rabiar".
"- Lo que sé es que hay que
cultivar nuestro jardín le interrumpió Cándido.
- Tenéis razón reconoció Pangloss-, porque
cuando el hombre fue colocado en el jardín del Edén fue
puesto ut operaretur eum para trabajar. Prueba de que el hombre no ha
nacido para el ocio.
- Pues trabajemos sin discutir concluyó Martín-.
Es el único medio de hacer la vida tolerable." (Cándido)
Voltaire aceptó las tesis del deísmo, es decir,
de aquella doctrina que reivindica una religión natural o racional
defendiendo la libertad ideológica, de culto y la tolerancia
religiosa. El anticlericalismo radical (sinónimo en nuestros
días de volteranismo), que se desprende de la mayoría
de sus obras, sin embargo no debe llevarnos a suponer que Voltaire defendiera
una postura atea. De hecho, afirma que "si Dios no existiera
sería necesario inventarlo, pero la naturaleza entera nos grita
que existe".
En el Diccionario filosófico, Voltaire define el deísmo
en los siguientes términos:
"El deísmo es una religión
difundida en todas las religiones; es un metal que se alía con
los demás metales, y cuyas venas se extienden por debajo de la
tierra (...)
La religión revelada no es ni podía
ser otra que la religión natural perfeccionada. De modo que el
deísmo es el buen sentido que no está enterado aún
de la revelación y las otras religiones son el buen sentido que
pervirtió la superstición (...)"
La crítica volteriana tiene una función terapeútica,
aunque es consciente de los límites de su quehacer. Efectivamente,
es la propia naturaleza humana la responsable de todas sus ruindades
y miserias. El mundo se rige no por el principio de lo mejor, sino de
lo peor. El mal en el mundo no proviene de Dios ni de condicionantes
históricos o políticos, sino del hombre mismo:
"
encuentro que todo está
al revés entre los hombres, que nadie conoce sus derechos ni
sus deberes (
)
- Pues yo he visto cosas peores replicó Cándido
-.Sin embargo, un sabio que murió ahorcado me enseñó
que todo está hecho a la perfección y que lo que vos me
decís son las sombras de un bello cuadro.
- Vuestro ahorcado se burlaba de la gente aseguró Martín
-.Vuestras sombras son manchas horribles.
- Los hombres son quienes lo manchan todo sin poder evitarlo- comentó
Cándido.
- Entonces no es culpa suya indicó Martín."
(Cándido o el optimismo).