En tiempos de Tiberio, Séneca marcha a Roma (año 31) donde
comienza su carrera política y de orador, obteniendo el cargo
de cuestor en el año 33, y el de cónsul un poco más
tarde. Su perspicaz retórica y su brillante dramatismo provocaron
celos en el emperador Calígula (37-41), que planea matarlo aunque,
previendo que no haría falta debido a la mala salud del filósofo,
pospone la decisión, hasta que él mismo fue asesinado,
pasando el Imperio a manos de Claudio.
En esta época Séneca contrae matrimonio del que nace su
primer hijo, Marco Anneo, y se dedica a escribir profusamente obras
de carácter diverso: De lapidum natura, De piscium
natura y De motu terrarum, libros no conservados.
Cuando fallece su padre, escribe Ad Marciam de consolatione en
el año 39 y dos años después, De ira.
En el reinado de Claudio, la emperatriz Mesalina acusa a Séneca
de mantener relaciones adúlteras con la hermana de Calígula,
Julia Livila, por lo que es desterrado a Córcega el año
41, confinación que durará ocho años, hasta la
boda de Claudio con Agripina. Durante este duro período escribe
Séneca otras dos obras: Ad matrem Helviam de consolatione,
consolación dirigida a su madre para confortarla del pesar por
su destierro, y Ad Polybium de consolatione, dedicada a elevar
el ánimo a un amigo que pasaba por circunstancias adversas.
Apoyado por Agripina que deseaba que Séneca se hiciese cargo
de la educación de su hijo Nerón, el filósofo vuelve
a Roma el año 49, después de ser indultado y nombrado
pretor, dedicándose junto con Burro, a labores de consejería
del gobierno. De esta época son sus obras De brevitate vitae
y De tranquilitate animi.
Después de contraer Séneca segundas nupcias con Paulina,
en el año 54 muere envenenado Claudio, momento que aprovecha
el filósofo para escribir una obra en la que se burla de sus
aspiraciones de divinidad. Se trata de la sátira Apokolokyntosis
divi Claudii, que viene a significar algo así como "la
transformación en calabaza del divino Claudio", en un juego
de palabras en relación al término apoteosis o "transformación
en Dios". En este momento y contando Nerón tan sólo
con 16 años cuando se convierte en emperador, Séneca toma
las riendas del Imperio, siendo él y Burro, los verdaderos gobernantes.
Pese a la mayor benevolencia con los esclavos y a las suaves reformas
fiscales y judiciales que realizaron, lo cierto es que Séneca
abusó de su poder e influencia, acopiándose de una enorme
fortuna de dudosa adquisición y utilizando métodos avasalladores
y crueles frente a sus antiguos adversarios, a muchos de los cuales
desterró en distintas islas. De esta época es su obra
De vita beata, en la cual se defiende de las acusaciones que
le hizo Suilio por sus excesos y atropellos. También escribió
De constantia sapientis y De clementia.
Por mandato de su hijo Nerón, su madre Agripina es asesinada
en el año 59, comenzando un gobierno despótico y arbitrario
en el que Séneca se va a encontrar en una situación muy
comprometida e incómoda, sobre todo a raíz de la muerte
de Burro acaecida el año 62, momento en el cual, los abusos de
poder que había cometido contra sus adversarios políticos,
en especial los agrupados en torno a Tigelino, se vuelven contra él.
Temeroso de ser asesinado, Séneca se va retirando paulatinamente
de la vida política, a pesar de la negativa de Nerón de
que éste abandone sus labores políticas.
Durante este período, que se extiende desde el año 62
al 65, Séneca escribe algunas de sus más importantes obras:
Naturales quaestiones, obra en la que analiza problemas concernientes
a los fenómenos naturales desde un punto de vista filosófico,
no físico, que le sirve para justificar su idea de la divina
providencia. Epistulae morales ad Lucilium, que consta de 124
cartas distribuidas en diez libros y que constituyen una guía
para la acción y en la que aparece reflejada casi toda la temática
del estoicismo.
De esta época data también su libro De providentia,
donde se considera que todo lo que acontece en el mundo está
determinado según un plan o designio divino.
Destapada la conjura de Cayo Calpurnio Pisón contra el emperador
Nerón al que pretendían asesinar, éste ordena que
Séneca se suicide, el cual cumple el dictamen cortándose
las venas e ingiriendo cicuta para acelerarla, el 19 de Abril del año
65.
La vida de Séneca parece extrañamente disociada e incluso
antagónica con lo que propone en sus escritos: frente a la austeridad
postulada en sus obras, su enorme ambición le hizo poseedor de
una de las fortunas mayores del imperio y no por medios ciertamente
lícitos. Pese a su invitación a una vida sencilla conforme
a la naturaleza, prefirió el vivir en los ajetreos de la ciudad
y en la labor complicada y artificiosa del gobierno. Tampoco se hizo
eco de su propuesta ética de vivir felizmente conforme e la virtud,
dominando las pasiones, fomentando la templanza, la compasión
con el enemigo y la generosidad en la clemencia. Nada de esto llevó
a la práctica en su quehacer político, cómplice
de crímenes, adulador servil de los emperadores y enemigo impasible
de sus opositores.
Todo ello nos lleva a preguntarnos si fue Séneca como filósofo
un impostor oportunista, o si, al contrario, en su labor política
tuvo que atenerse a una dura realidad que soportó "estoicamente"
para frenar las tendencias despóticas de los emperadores. Lo
que sí parece cierto es que nos encontramos con un hombre escindido
entre la teoría y la praxis, una especie de doctor Jeckill y
Mr. Hide que, después de su muerte, fue paradójicamente
convertido en símbolo por los cristianos, atribuyéndosele
falsamente correspondencia epistolar con San Pablo.
De lo que no cabe duda es de que Séneca fue uno de los más
influyentes filósofos de la época, siendo el máximo
representante del estoicismo Nuevo en Roma, el cual se caracteriza
por mantener el interés, como ya hizo el Estoicismo Medio
representado por Cicerón, por las cuestiones éticas
y antropológicas, realizando una filosofía que sirviera
de guía para la vida, que estableciera una serie de "normas"
para vivir conforme a la naturaleza y a la inexorable ley de la providencia:
"Los hados nos guían, y la primera
hora de nuestro nacimiento dispuso lo que resta de vida a cada uno;
una cosa pende de otra, y las públicas y particulares las guía
un largo orden de ellas. Por lo cual conviene sufrir todos los sucesos
con fortaleza, porque no todas las cosas suceden como pensamos; vienen
como está dispuesto, y si desde sus principios está así
ordenado, no hay de que te alegres ni de qué llores, porque aunque
parece que la vida de cada uno se diferencia con grande variedad, el
paradero de ella es uno" (De
la providencia).
Carece de sentido hablar de mal o bien en el mundo. Siendo nuestro ser
parte de una naturaleza universal, el fin de todas nuestras acciones
consistirá en aceptar nuestro propio destino con serenidad
de ánimo y autodominio. Séneca nos conmina a vencer espiritualmente
los reveses de la fortuna, absteniéndonos de los placeres, despreciando
la posesión de riquezas, y eliminando ciertas pasiones como la
ira, la angustia o el aburrimiento.
El ideal del sabio es aquel que se somete a la necesidad,
sabiendo que pertenece a un universo donde todo hombre es "ciudadano
del mundo" (cosmopolitismo). La filosofía sirve de consuelo
y remedio ante las calamidades de nuestro destino. Por ello, el filósofo
ha de ser un pedagogo dedicado a enseñar a vivir bien a los demás:
"El que acude al filósofo ha
de llevarse consigo algo bueno cada día, ha de volver a su casa
o más sano o más curable. Y así volverá:
ésta es la virtud de la filosofía, que ayuda no sólo
a quienes se consagran a ella, sino hasta a quienes con ella tienen
trato" (Cartas
a Lucilio).
Elena Diez de la Cortina Montemayor