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ORIGEN DE LA TRISTEZA Y LA ALEGRÍA
En la misma línea, Schopenhauer sostiene que en todos y cada uno
de nosotros, está determinada de antemano la cantidad de dolor
que hemos de soportar. Esta medida es invariable, aunque la forma del
dolor pueda cambiar. La buena o mala fortuna que tenga un individuo, no
le vendrá del exterior, sino que procederá de su propio
interior, modificándose por su disposición física
según sus distintas edades y sus diferentes circunstancias; pero
en general será la misma siempre, sin dejar de estar en relación
directa con su temperamento y con el grado de sensibilidad, ligera o fuerte,
que posea.
El sentimiento siempre está determinado a priori. La alegría
o la tristeza nunca son producto de circunstancias exteriores, como lo
serían la riqueza o la posición social. Esto se demuestra
fácilmente en el hecho de que encontramos caras alegres tanto entre
ricos como entre pobres, al igual que encontramos caras largas sin importar
posición social o económica. También hay que destacar
que los motivos de suicidio son diferentes según cada individuo;
difícilmente podríamos encontrar una causa externa que necesariamente
condujera al suicidio; éste siempre responde a causas internas
sin importar determinantemente las circunstancias exteriores.
El grado de alegría o de tristeza que un individuo padezca, se
debe atribuir, no a cambios exteriores, sino más bien, al estado
interior del hombre o a su disposición física.
Schopenhauer considera la alegría un fin en sí misma. Siempre
que estemos alegres, dice, no debemos reflexionar sobre si tenemos o no
motivo para estarlo: estar alegre es motivo suficiente. La alegría
siempre se debe preferir sobre cualquier otro bien; pero sin salud es
difícil que la alegría se dé, así Schopenhauer
recomienda buscar la salud.
En el caso de la alegría, cuando la satisfacción va creciendo
hasta convertirse en ésta, vemos que el cambio de satisfacción
a alegría se da comúnmente sin necesitar de ningún
motivo exterior. Sin embargo, nuestro dolor, muchas veces si es provocado
por algún accidente exterior, siendo esto la principal causa de
nuestra aflicción, ya que consideramos que de no haberse dado tal
circunstancia particular, o si pudiéramos eliminar ese suceso,
experimentaríamos gran alivio o nunca hubiéramos padecido
tal dolor.
El motivo exterior, la causa circunstancial de nuestra tristeza, no es
más que un catalizador o un detonador que concentra el dolor correspondiente
a nuestra naturaleza en torno a un suceso determinado, en lugar de que
éste se manifieste bajo miles de formas pueriles. Así no
le damos importancia a las muchas carencias que nos aquejan, sino sólo
a una que nos roba toda la atención. Siempre hay una inquietud
dominante que es la que nos agobia, y una vez que ésta es colmada
o superada, llega a ocupar su puesto rector una que antes nos pasaba inadvertida.
Por otro lado, la alegría excesiva si es producto de factores externos
inciertos -equívocos, fugitivos, aleatorios- corresponde a la dicha
que acompaña al conseguir algo, considerado por nosotros mismos,
fuera de lo común; por ejemplo, sacarse la lotería. El dolor,
que en cambio es esencial a la vida, depende de factores ajenos al individuo,
y tarde o temprano se manifestará a propósito de la desaparición
de la gran alegría que le precedía.
Schopenhauer compara la gran alegría "a
una montaña escarpada a la cual no se debe subir porque no hay
modo de bajarla más que dejándose caer desde su cima (
)."
"Las alegrías excesivas y los más vivos dolores se
suelen encontrar en una misma persona, pues aquéllas y éstos
se condicionan recíprocamente y tienen por condición común
una gran vivacidad de espíritu."
Por esta razón, él recomienda tratar de evitar
siempre todo extremo, y nunca perder de vista los altibajos en la cadena
de sucesos, para mantenernos en ecuanimidad y con ánimo sereno,
y de esta forma, no hacer mayores nuestras aflicciones.
LO EFÍMERO DE LA EXISTENCIA. VIVIR ES MORIR
Y por si todos los males referidos en párrafos anteriores fueran
poco, Schopenhauer también hace hincapié en la fugacidad
de la vida y en lo efímero de la existencia humana.
"Al tormento de la existencia viene a agregarse
también la rapidez del tiempo, que nos apremia, que no nos deja
tomar aliento, y que se mantiene en pie detrás de cada uno de nosotros
como un capataz de la chusma con el látigo. Sólo se perdona
a los que se han entregado al tedio."
El paso del tiempo se deja sentir de una manera por demás molesta.
Parecería que si el tiempo no transcurriera, o por lo menos lo
hiciera a un paso más lento, nos traería menos pena. En
cuanto hemos satisfecho un deseo cualquiera, dormir o comer por poner
algún ejemplo, se nos presenta el aburrimiento, o se nos hace presente
alguna otra necesidad. Esto impide que hallemos reposo. Por otro lado,
si en cambio, estamos disfrutando de un buen rato, el tiempo nos parecerá
volar. Esto nos hace sentir, inevitablemente, que las penas oprimen nuestra
existencia la mayor parte del tiempo, mientras que los momentos alegres
apenas son breves oasis en las arenas rutinariamente iguales del aburrimiento.
"Nada hay fijo en esta vida fugaz: ¡ni
dolor infinito, ni alegría eterna, ni impresión permanente,
ni entusiasmo duradero, ni resolución elevada que pueda persistir
la vida entera! Todo se disuelve en el torrente de los años. Los
minutos, los innumerables átomos de pequeñas cosas, fragmentos
de cada una de nuestras acciones, son los gusanos roedores que devastan
todo lo grande y atrevido
Nada se toma en serio en la vida humana:
el polvo no merece la pena."
El individuo no vive más que el presente, que huye sin remedio
hacia el pasado y que se pierde diluido en el tiempo.
Lo único que nos queda del ayer son las consecuencias de algunos
de nuestros actos; fuera de eso, el ayer se encuentra inerte, completamente
muerto; por eso deberíamos ser indiferentes al pasado, sin importar
que éste fuera alegre o lastimero.
La desesperación ante la calamidad o la tragedia, y el júbilo
y la alegría ante la dicha, no duran mucho tiempo. En el momento
que se producen los cambios trágicos o dolorosos la emoción
es fuerte y se encuentra a flor de piel, lo que hace que se experimente
como algo fuera de lo normal, pero esta percepción pasa rápido,
llegando a un punto en el que lo que un día se padeció aplastante,
se vuelve ahora tan estéril y pálido como cualquier malestar
cotidiano. "La desesperación o el júbilo no eran
debidos al gozo presente, sino a la perspectiva de un porvenir anticipado."
Para Schopenhauer es claro, entonces, que después de un gran regocijo
siempre viene una gran miseria. Un estado de alegría duradero es
imposible.
Por otro lado, si se considera la vida en relación con el paso
del tiempo, vemos que "nuestro existir no
consiste sino en un continuo aplazamiento; la vida de nuestro cuerpo supone
un continuo aplazamiento del morir y la diligencia de nuestro espíritu
constituye un continuo aplazamiento del tedio."
"Cada vez que respiramos hacemos retroceder
la constante acometida de una muerte segura, contra la que luchamos a
cada segundo; nuestra batalla con la muerte tiene lugar cada vez que nos
alimentamos o conciliamos el sueño. Pues el nacimiento nos ha puesto
a su merced y toda nuestra vida sólo es una moratoria respecto
de la muerte."
La existencia del individuo está limitada solamente al momento
actual, al presente escurridizo, que en un continuo fluir al pasado, sólo
avanza hacia la muerte. Este vivir del hombre, este fluir constante, es
un morir insistente.
"A la postre, siempre es menester que triunfe
la muerte, porque le pertenecemos por el hecho mismo de nuestro nacimiento,
y no hace sino jugar con su presa antes de devorarla. Así es como
seguimos el curso de nuestra vida, con extraordinario interés,
con mil cuidados y precauciones mil, todo el mayor tiempo posible, como
se sopla una pompa de jabón empeñándose en inflarla
lo más que se pueda y durante el más largo tiempo, a pesar
de la certidumbre de que ha de concluir por estallar."
Si hacemos abstracción de las consecuencias que nos traen nuestras
acciones pasadas, podemos aceptar fácilmente que la vida transcurrida
ya no existe, está terminada. No vale la pena preocuparnos por
haber sufrido en el pasado o por haber gozado, el pasado está muerto.
"Pero el presente se convierte siempre en
sus manos en pasado y el futuro es incierto y siempre de corta duración.
Por lo cual, su existencia, si la consideramos sólo desde el punto
de vista formal, es un constante caer del presente en el pasado muerto,
un constante morir. Pero si consideramos ahora la cosa por el lado físico,
es evidente que así como nuestro andar es siempre una caída
evitada, la vida de nuestro cuerpo es un morir incesante evitado, una
destrucción retardada de nuestro cuerpo; y finalmente la actividad
de nuestro espíritu no es sino un hastío evitado."
LA MUERTE
La muerte es tan natural a la vida como el nacimiento, de hecho ambos,
nacimiento y muerte, son recíprocos e inversos.
Todos nuestros actos biológicos: respirar, comer, dormir, etc.,
nos evitan morir directa o indirectamente. Pero la muerte siempre triunfa
sobre nosotros; como se expone en párrafos anteriores, según
Schopenhauer le pertenecemos a la muerte por el simple hecho de haber
nacido; y tratar de conservar la vida, que se nos escapa sigilosa, sutil
y rotunda, como el agua en un arroyo, no es diferente a querer que una
burbuja de jabón nunca se reviente.
Si al hombre le perteneciera la vida eterna, al paso del tiempo optaría
por preferir la nada, ya que por su propia disposición ésta
le llegaría a parecer un tormento monótono, aburrido y absurdo.
Del mismo modo, si el hombre cumpliera sus sueños de vivir en un
mundo donde tuviera todo lo que necesita, es decir, un mundo que no fuera
miserable, lejos de ser feliz, se vería invadido por el tedio,
el aburrimiento y el hastío. Y solo en la medida en que en su vida
se viera presente de nuevo la carencia, escaparía de la monotonía.
Esto nos hace pensar que la felicidad es contradictoria a la vida humana.
Para que el hombre pudiera alcanzar la felicidad, y pudiera escapar del
círculo vicioso de miseria-tedio tendría que dejar de ser
lo que es: tiene que morir.
"Pero, si consideramos más de cerca
la cuestión vemos, ante todo la existencia de lo que es inorgánico
atacada en cada momento y finalmente disgregada por las fuerzas químicas;
y la de los seres orgánicos, en cambio, hecha posible sólo
por un continuo recambio de la materia que exige un constante aflujo y
una continua ayuda del exterior. Por tanto, ya en sí misma, la
vida orgánica se asemeja a la barra tenida en equilibrio en la
mano, que debe ser siempre movida, y es por ello una continua necesidad,
una deficiencia, una carencia sin fin. Sin embargo, la conciencia es posible
sólo mediante esta vida orgánica. Por eso, todo esto es
la existencia finita como opuesto de la cual se debería pensar
en una existencia infinita, en cuanto no expuesta a ataques externos ni
menesterosa de ayuda externa y, por ello, como lo que es eternamente
idéntico a sí mismo en quietud eterna no sometido
a generación ni a corrupción (Platón, Timeo,
27 d), sin cambio, sin tiempo, sin pluralidad y diversidad (
) Una
existencia tal debe ser a la que nos conduce la negación de la
voluntad de vivir."
Es claro que el hombre es el único ser vivo que lleva en sí
el concepto de la muerte. Vemos al individuo nacer y morir; lo vemos salir
de la nada, sufrir luego por la muerte y volver a la nada de donde salió.
"No conocemos mayor juego de dados que el
del nacimiento y de la muerte" En cada momento podemos
morir ante las más fortuitas, absurdas e insignificantes circunstancias.
La vida es azar. Y a pesar de que siempre estamos seguros de que algún
día moriremos, la muerte sólo nos angustia en ciertos momentos
en que algún hecho nos la trae a la imaginación. Pero contra
la poderosa voz de la Naturaleza, la reflexión puede poco. En el
hombre, al igual que en el animal, que no piensa, existe la convicción
de ser él mismo la Naturaleza, el mundo mismo, el centro del universo,
lo cual impide que la idea de una muerte inevitable le atormente demasiado;
gracias a lo cual, se debe que el individuo pueda llevar su vida con tranquilidad,
como si ésta nunca terminara. Y tan fuerte es esta idea que se
podría asegurar que ningún hombre tiene la convicción
completa de su muerte, "pues, de ser así,
no habría la diferencia que hay entre el estado de ánimo
de un hombre en general y el de un condenado a muerte."
"Cuando en otoño se observa el pequeño
mundo de los insectos y se ve que uno se prepara un lecho para dormir
el pesado y largo sueño del invierno, que otro hace su capullo
para pasar el invierno en estado de crisálida y renacer un día
de primavera con toda su juventud y en toda su perfección, y en
fin, que la mayoría de ellos, al tratar de tomar descanso en brazos
de la muerte, se contentan con poner cuidadosamente sus huevecillos en
lugar favorable para renacer un día rejuvenecidos en un nuevo ser,
¿qué otra cosa es esto sino la doctrina de la inmortalidad
enseñada por la naturaleza? Esto quiere darnos a entender que entre
el sueño y la muerte no hay diferencias radicales, que ni el uno
ni la otra ponen en peligro la existencia. El cuidado con que el insecto
prepara su celdilla, su agujero, su nido, así como el alimento
para la larva que ha de nacer en la primavera próxima, y hecho
esto muere tranquilo, seméjase en todo al cuidado con que un hombre
coloca en orden por la noche sus vestidos y dispone su desayuno para la
mañana siguiente, y luego se duerme en paz."
Schopenhauer, inspirado en las diferentes formas de vida que conforman
la naturaleza, llega a reflexionar que "nuestra
vida debería de ser considerada como un préstamo que nos
hace la muerte, y el sueño sería el interés diario
pagado por este préstamo."
Para Schopenhauer, lo que nos causa temor de la muerte no es el dolor
que la puede acompañar, ya que el dolor lo soportamos diariamente,
además de que la muerte nos libera de él, e inclusive estamos
dispuestos a pagar con dolores el precio de seguir vivos. "Muerte
y dolor son cosas distintas a nuestros ojos" ; lo que
nos causa el temor a la muerte es más bien el aniquilamiento del
individuo, y es así que nos rebelamos ante ella.
"Pero también es muy digno de atención,
por una parte, que los mismos dolores y males de la vida son fáciles
de evitar, y que la misma muerte, en huir de la cual empleamos el esfuerzo
de nuestra vida, es de desear y a veces corremos hacia ella gustosos,
y por otra parte, que tan pronto como la necesidad y el sufrimiento nos
conceden una tregua, estamos tan próximos al tedio que deseamos
que pasen las horas rápidas."
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LA VIDA ES UN CONTINUO DESENGAÑO
A esto hay que agregar que las alegrías rara vez cumplen la felicidad
que la esperanza nos había prometido; mientras que casi siempre
los dolores superan ampliamente nuestra imaginación. Por eso, lo
más sabio, según Schopenhauer, es considerar la vida como
un continuo desengaño. Todas las promesas de la esperanza nunca
son cumplidas, o se cumplen tan sólo para mostrarnos que, en realidad,
la espera no valía tanto la pena. Y lo poco que nos ha dado la
vida, nos lo da tan sólo para quitárnoslo, inclusive la
vida misma.
"Así es el curso de la vida humana:
como regla el hombre, cegado por la esperanza, danza precipitándose
en los brazos de la muerte."
La felicidad siempre la vemos en el futuro o en el pasado, nunca en el
presente, como los espejismos que se forman en las carreteras; nuestro
camino nunca llega a ellos.
Vivimos concentrados en el futuro y dándole poca importancia al
presente. Esperando algo mejor y lamentándonos por el pasado. Al
final de nuestra vida nos damos cuenta de que hemos dejado pasar nuestra
vida.
"Todos hemos nacido en Arcadia, es decir
que entramos en el mundo con muchas exigencias de felicidad y goce y conservamos
la necia esperanza de realizarlas hasta que el destino nos agarra rudamente
y nos muestra que nada es nuestro y que todo es suyo (
) Después
viene la experiencia y nos enseña que la felicidad y el placer
son puras quimeras que se nos muestran a lo lejos como una imagen engañosa,
mientras que el sufrimiento y el dolor son reales, se manifiestan inmediatamente
por sí mismos sin necesitar la ilusión o la expectación.
Si aprendemos de su enseñanza, dejamos de perseguir la felicidad
y el placer y sólo procuramos evitar en lo posible el dolor y el
sufrimiento."
Así que debemos de resignarnos y no esperar de la vida algo que
no nos deba de dar. "Trabajo, tormento,
pena y miseria: tal es, durante la vida entera el lote de casi todos los
hombres."
EL MUNDO ES EL INFIERNO. PECADO ORIGINAL. SCHOPENHAUER
VS. OPTIMÍSTAS.
Schopenhauer sostiene que este mundo es comparable a una cárcel,
y "entre los males de un establecimiento penitenciario, no es
el menor la sociedad que en él se encuentra." De lo único
que podemos estar seguros es de la incertidumbre que gobierna nuestra
existencia; nunca sabemos que peligros nos acechan: enfermedad, pobreza,
etc., llegan silenciosos y rotundos. Este mundo de los hombres, continúa
Schopenhauer, es el reino del azar y del error: fácil fuente de
inspiración para construirnos el más espectacular e infame
de los infiernos, ya que en él los hombres son, alternativamente,
las almas atormentadas y los diablos inclementes.
La miseria intrínseca al mundo nos hace ver como absurda la hipótesis
de que este mundo es creación de un dios perfectísimo. Por
otro lado, si pensamos que los males del mundo son responsabilidad de
la evidente imperfección humana, considerando así, el mal
como algo inherente al hombre y por lo tanto al mundo, tenemos que aceptar
que sería absurdo esperar que algún día el mundo
fuera mejor.
"Al paso que en la primera hipótesis
de la miseria del mundo se trueca en una acusación amarga contra
el creador y da margen a sarcasmos, en el segundo caso aparece como una
acusación contra nuestro ser y nuestra voluntad misma, muy propia
para humillarnos. Nos conduce al pensamiento profundo de que hemos venido
al mundo viciados ya, como hijos de padres gastados por el libertinaje,
y que si nuestra existencia es tan mísera y tiene la muerte por
desenlace, es porque continuamente tenemos que expiar esta falta."
Schopenhauer en ningún momento disimula su gran "aprobación"
a la concepción cristiana del pecado original.
"(
) la abrumadora falta del mundo
es lo que trae los grandes e innumerables sufrimientos. del mundo (
)
nuestra existencia a nada se parece tanto como a la consecuencia de una
falta y de un deseo culpable."
Definitivamente, una de las pocas ideas del cristianismo con las que concordaba
Schopenhauer es la idea del pecado original, en la que se considera nuestra
existencia el efecto de una falta, de una caída.
Obviamente, su muy particular visión del mundo chocaba directamente
con las ideas de otros filósofos. Uno de estos fue Leibniz (1646-1716),
el que anterior a Schopenhauer había dicho que este mundo es el
mejor de los mundos posibles, idea que a Schopenhauer, evidentemente,
le retorcía el hígado, y que atacó rutinariamente
durante toda su vida.
"Aun cuando la demostración de Leibnitz
fuese verdadera, aun cuando se admitiese que entre los mundos posibles
éste es siempre el mejor, aquella demostración no daría
aun una teodicea. Porque el creador no sólo ha creado el mundo,
sino también la posibilidad misma; por consiguiente, hubiera debido
hacer posible un mundo mejor."
Del mismo modo, siempre estuvo en contra de todas las visiones optimistas
del mundo. Para él, la maldad del mundo es algo evidente; de ahí
que acusara a los que no concordaban con sus ideas de ciegos, cobardes
o idiotas. Schopenhauer sostiene que si el optimista abre sus ojos al
mundo y a la vida, y ve en ella todo el sufrimiento que el hombre padece
(guerra, enfermedad, prisión, persecución, exterminio, abusos
legales, etc.) sin taparse el sol con un dedo, seguramente aceptará
la realidad de este mundo que llama "el mejor de los mundos posibles".
De igual forma, también descalifica el argumento del orden cósmico;
ya que considera que apelar al orden cósmico para probar que el
mundo está ordenado inteligentemente, en un equilibrio, y que por
lo tanto el mundo es algo bueno, no es válido, ya que este "ordenamiento"
cósmico tan sólo es una condición de posibilidad
de existencia del mundo. Así que no porque exista un cosmos, tenemos
que aceptar que el mundo y la vida sean maravillosos.
Ahora, que si aceptamos que en el mundo hay cosas buenas o bellas, de
ningún modo se sigue que vivir sea bueno: no porque el espectáculo
sea bello la vida tiene que serlo.
A Schopenhauer el optimismo le resulta absurdo y hasta ingenuo. La existencia
nos muestra claramente que el dolor existe como algo fundamental en ella,
en tanto que la existencia es sensibilidad. A mayor sensibilidad mayor
dolor. Luego entonces, los seres más afortunados son los de menor
grado de sensibilidad. Y si una gran sensibilidad se vuelve, como en el
caso del hombre, inteligente, el sufrimiento alcanza su más alto
grado.
"Vemos aparecer el dolor al mismo tiempo
que la sensibilidad, y crece a medida que ésta se hace inteligente.
Vemos el deseo y el sufrimiento andar al mismo paso desarrollarse sin
límites, hasta que, al cabo, la vida no ofrece más que un
argumento de tragedias o de comedias. Desde entonces, si se es sincero,
se estará poco dispuesto a entonar el aleluya de los optimistas."
"Si se considera la vida bajo el aspecto de su valor objetivo,
es dudoso que sea preferible a la nada." Todos los sufrimientos
y dolores que la acompañan nos pueden hacer pensar que lo más
recomendable sería que la vida no existiera. Para Schopenhauer
nuestra vida puede considerarse "como un episodio que turba inútilmente
la beatitud y el sosiego de la nada."
En este punto, una de las influencias determinantes en Schopenhauer, es
el pensamiento de Voltaire; al grado que Schopenhauer adopta y exclama
junto con él: "No sé que es
la vida eterna, pero esta vida es una broma pesada".
TOLERANCIA, PACIENCIA, PIEDAD Y AMOR: NECESIDAD Y DEUDA.
Llegamos ahora a un momento interesante. Mientras lo expuesto anteriormente
puede escandalizar a muchos, y de hecho asustó y continua asustando
hoy en día a más de uno (que se sirven precisamente de estos
postulados para descalificar el pensamiento de Schopenhauer, utilizando
infantílmente adjetivos como desesperanzador o pesimista, a manera
de insultos, sólo consiguiendo así exhibir la propia incapacidad
intelectual), Schopenhauer utiliza estos ásperos planteamientos
como fundamentos de su propuesta ética, que lo único que
hace es recordarnos la necesidad que tenemos los hombres de ser procurados
por nuestros semejantes, y por consiguiente la obligación que tiene
cada uno de nosotros de procurar a los demás.
"En realidad, la convicción de que
el mundo, y por tanto también el hombre, sea algo que propiamente
no debería existir, es apropiada para llenarnos de indulgencia
recíproca. Porque, ¿qué se puede esperar de seres
de esta naturaleza? Desde este punto de vista se podría pensar
que, en la conversación, sería más justo decir, en
lugar de "señor" (monsieur, sir, etc.), dirigirnos al
otro como "compañero de sufrimientos" (socius malorum,
compagnon de miséres, my fellow-sufferer, etc.), aunque pueda sonar
extraño, esto es lo que mejor se corresponde con la realidad y
sitúa a los otros en la perspectiva adecuada, recordándonos
la cosa más necesaria de todas: la tolerancia, la paciencia, la
piedad y el amor al prójimo, del que cada uno tiene necesidad y
del que por ello cada uno es también deudor."
Precisamente porque el hombre no es un ser acabado, sino más bien
un ser desnudo, que no es nada más que voluntad, deseo y necesidad,
es por lo que requerimos, al mismo tiempo que estamos obligados a brindar,
tolerancia, respeto, etc.
LA PUERIL EXISTENCIA HUMANA: ¿FARSA O TRAGEDIA?
Schopenhauer considera increíble lo insignificante, lo fútil,
lo melancólica y lo irreflexiva que es la vida de la mayoría
de los hombres. La existencia humana, sostiene, no es más que un
deseo vago y atormentado, un caminar nebuloso hacía la muerte que
tiene por única compañía pensamientos triviales y
hechos banales.
"Los hombres se parecen a esos relojes a
los cuales se les ha dado cuerda y andan sin saber por qué. Cada
vez que se engendra un hombre y se le hace venir al mundo, se da cuerda
de nuevo al reloj de la vida humana, para que se repita una vez más
su rancio sonsonete gastado de eterna caja de música, frase por
frase, tiempo por tiempo, con variaciones apenas perceptibles."
La vida de cualquier individuo, si la observamos en su conjunto siempre
es trágica. Pero vista en sus detalles es una farsa, ya que los
problemas diarios son cómicos. En las decepciones, en el pisoteo
cruel de la suerte sobre nuestras ilusiones, en nuestros errores, en la
continua caída y en el dolor creciente, que termina con la muerte,
es donde encontramos el toque clásico de tragedia.
La existencia, como hemos visto, es incapaz de proporcionarnos la dicha.
Felicidad y vida son dos términos contradictorios. La vida no es
más que "un dolor constante disfrazado
bajo mil formas, y un estado absoluto de desgracia(
)" A
lo anterior se suma, que la mayoría de los individuos tratan de
ocultar el dolor que experimentan ahora, o que han sufrido en el pasado,
porque saben que los demás, al igual que ellos mismos, rara vez
sienten verdadero interés o lástima, y, sin embargo, casi
siempre sienten satisfacción ante el relato de los dolores ajenos;
ya que si ellos los han padecido en el pasado, siente alivio al saber
que no son los únicos sobre los que cae desgracia, y si no los
han padecido nunca, se siente afortunados de estar fuera del alcance de
aquella desgracia, aunque sólo sea por el momento.
"Por eso, lo mejor que hay entre los hombres
no se abre paso sino a través de mil penalidades. Toda aspiración
noble y cuerda difícilmente halla ocasión de manifestarse,
de obrar. De dejarse oír, al paso que lo absurdo y lo falso en
el dominio de las ideas, la chabacanería y la vulgaridad en las
regiones del arte, la malicia y la astucia en la vida práctica,
reinan sin mezcla y casi sin discontinuidad. No hay pensamiento ni obra
excelentes que no sean una excepción, un caso imprevisto, extraño,
inaudito, eternamente aislado, como un aerolito, producido por otro orden
de cosas que el que nos rige. En cuanto a cada uno en particular, la historia
de una vida es siempre la historia de un sufrimiento, porque toda carrera
recorrida no es más que una serie no interrumpida de reveses y
desgracias, que cada cual se esfuerza en ocultar porque sabe que, lejos
de inspirar a los demás simpatía o lástima, les colma
por eso mismo de satisfacción. ¡Tanto les regocija representarse
el fastidio del prójimo, del cual están libres por el momento!
Es raro que un hombre, al final de su vida, si es a la vez sincero y reflexivo,
desee volver a comenzar el camino y no prefiera infinitamente más
la nada absoluta."
INSTINTO DE SUPERVIVENCIA, REPRODUCCIÓN Y "DEFUNCTUS"
"La vida de la mayor parte de los hombres
no es más que una lucha constante por su existencia misma, con
la seguridad de perderla al fin." A pesar de que la vida
nos muestra a la menor provocación que la existencia se va volviendo
cada vez más dolorosa conforme los días pasan, la mayoría
de los hombres desean llegar a viejos; a sabiendas de que por más
que el individuo luche por mantenerse con vida, no puede evitar la muerte.
Lo que nos hace procurar conservar la vida no es el amor a ella, sino
más bien el temor a la muerte. Y no es la muerte lo que tememos
en realidad.
Schopenhauer señala que la única forma de sobrevivir es
devorando lo que nos rodea. La supervivencia, que no es otra cosa que
el vano intento de no morir, sólo se consigue a través de
sufrimientos; sufrimientos que son mayores a mayor inteligencia, y que
en el hombre alcanzan su mayor grado.
"Este mundo es campo de matanza, donde seres
ansiosos y atormentados no pueden subsistir más que devorándose
los unos a los otros; donde animal de rapiña es tumba viva de otros
mil, y no sostiene su vida sino a expensas de una larga serie de martirios
(
)"
De lo único que el hombre no duda es de su miseria y de la permanente
necesidad que padece. Lo efímero y fugaz de la existencia, aunque
no lo tengamos presente a cada instante, se nos presenta evidente a todos
por igual. La existencia es frágil y si no queremos perderla, debemos
de cuidarla a cada instante con miles de actos que nos llenan la vida.
Así, la vida se nos va en estos actos que nos agotan la existencia,
y que tienen por finalidad conservarla.
La vida es la tarea de vivir, de ganarse la vida, de conservar la vida.
Una vez que la existencia se ha asegurado, la vida se vuelve una carga
y el tedio se apoderará de nosotros. Así ahora, el hombre
buscará desesperadamente, miles de pasatiempos, de distracciones,
que hagan rápidas las horas. Primero hay que ganar la vida, y luego
hacer que nos pase desapercibida.
El hombre se encuentra en el mundo abandonado a sí mismo, incierto
de todo menos de su carencia y sus mil necesidades. Toda su vida la pasa
procurando los cuidados que requiere la conservación de su cuerpo;
"el hombre es un conglomerado de necesidades cuya difícil
satisfacción no le garantiza sino una condición sin dolor
en la que después es entregado como presa al aburrimiento."
A todo esto se le une el imperativo natural de propagar la especie. A
esto se debe el movimiento incesante del mundo de la vida: al hambre y
al instinto sexual, a los que una vez satisfechos, se adhiere el aburrimiento.
Schopenhauer considera que si la reproducción humana no fuera algo
instintivo, sino más bien un acto pensado, sería dudoso
que la humanidad subsistiera, ya que cada generación preferiría
ahorrarle el peso de existir a los hombres venideros hasta que la especie
desapareciera, o por lo menos se pensaría dos veces en tener hijos.
El fin último de los esfuerzos de la sociedad por el bien común,
es el tratar de mantener seres efímeros el mayor tiempo posible
en una vida miserable, en la que a lo mucho se puede alcanzar una ausencia
relativa de sufrimientos que es siempre acechada por el aburrimiento o
por la desgracia, para que estos puedan dar lugar a otra generación.
Finalmente Schopenhauer considera la existencia como una obligación,
ante la cual, la única alternativa es cumplir. "La vida
es una tarea que hay que ir realizando con trabajo, y en ese sentido,
la palabra defunctus es una magnifica expresión." Es decir,
cuando morimos y llega a término la existencia del individuo, nos
encontramos libres de la existencia; de la misma forma en que sólo
nos sentimos libres de una tarea en cuanto la hemos cumplido.
Mientras luchamos por cumplir con la vida nos pasa igual que con las películas:
siempre que vemos una por primera vez ésta nos impresiona, pero
conforme va pasando el tiempo, y vemos la misma película, con los
mismos efectos especiales, la misma historia, la misma música,
los mismos actores, etc., ésta comienza a parecernos cada vez menos
impresionante, y cada vez más aburrida.
Al paso del tiempo, los dolores, las angustias, las alegrías y
las penas, propias de la vida, nos van causando cada vez menos sorpresa
o entusiasmo; nuestro ánimo difícilmente se ilusiona o se
entristece: ya nada nos sorprende cuando todo se observa cotidiano.
" (
) no hay mucho de ganar en este
mundo; la miseria o el dolor lo ocupan, y a los que los han esquivado,
el tedio les acecha por todos los rincones. Además, la perversidad
es la que en este mundo gobierna, y la tontería la que domina.
El destino es cruel, y los hombres son dignos de lástima."
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