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l problema que trata Platón es el de la relación de lo Uno y lo múltiple, es decir, cómo conciliar la teoría del ser parmenídeo con el devenir de Heráclito.

La realidad se nos muestra plural, efímera, múltiple, en un devenir constante de seres heterogéneos e, incluso, contrarios. ¿Cómo poder conocer esa realidad tan inestable? ¿Cómo poder aprehenderla si se halla en continuo cambio?
Ha de haber algo que permanezca siempre, que sea estable y que nos permita diferenciar a unos seres de otros para poder pensarlos y reconocerlos. Si no, ¿Cómo podríamos saber, por ejemplo, que un acto es valeroso o que un objeto es azul?
Tiene forzosamente que existir el valor mismo, el valor en sí, absoluto, para que yo pueda referirlo a las distintas acciones que se realicen y que sean tales. Tiene que existir lo azul en sí para que yo pueda reconocer como azul un objeto cualquiera.
Estos conceptos absolutos (lo Azul en sí, el Valor en sí, lo Justo en sí), son denominados por Platón IDEAS y éstas responden a la pregunta socrática ¿Qué es? Es decir, preguntan por la determinación o esencia de de cada cosa: el ser propio de cada cosa, lo que hace que cada cosa sea lo que es (valerosa, azul, justa, etc. ).

Pues bien, precisamente para Platón la verdadera realidad son las ideas, también llamadas FORMAS, ya que no sólo hacen que podamos conocer las cosas, sinó que son las responsables de que esas mismas cosas existan materialmente, tal y como las conocemos. Las ideas son las causas directas de la existencia de todas las cosas: lo material o natural y lo moral.

Con ello Platón intenta conciliar lo absoluto (el ser de Parménides), con lo múltiple: la realidad material siempre cambiante que es nuestro mundo (Heráclito), la naturaleza, lo cual producirá una profunda escisión, un dualismo entre dos realidades irreconciliables entre sí:

A. Mundo inteligible o de las ideas : eterno, inmutable, inmaterial, imperecedero. Es la región de las ideas o formas. Estas constituyen la verdadera realidad, el ser de lo real, las esencias de todo lo existente, no perceptibles por los sentidos, sino sólo cognoscibles por el entendimiento humano.

B. Mundo sensible : mundo material, mudable, perecedero, de la mera apariencia. Adquiere su ser participando de lo absoluto de la idea. Las cosa imitan a las ideas, participan, para ser, de las esencias inmutables. Si las ideas están separadas de las cosas ¿Cómo es posible conocer éstas a través de las cosas mismas? Platón abordará este problema desde tres aspectos u ópticas diferentes:

  1. LA REMINISCENCIA
  2. LA DIALÉCTICA
  3. EL AMOR

 


LA REMINISCENCIA

El alma, antes de unirse a un cuerpo, habitaba el mundo de las ideas, dedicándose a su contemplación. Una vez en el cuerpo, el alma olvida todo lo que conocía. Con ocasión del conocimiento sensible va recordando ese mundo eidético, reduciendo la multiplicidad de los objetos a la unidad de la idea. Por lo tanto, conocer es recordar. Hacer memoria de lo ya sabido.



REMINISCENCIA E INMORTALIDAD DEL ALMA

 " Cebes, interrumpiendo a Sócrates le dijo: - lo que dices en un resultado necesario de otro principio que te he oído muchas veces sentar como cierto, a saber: que nuestra ciencia no es más que una reminiscencia. Si este principio es verdadero, es de toda necesidad que hayamos aprendido en otro tiempo las cosas de que nos acordamos en éste; y esto es imposible si nuestra alma no existe antes de aparecer bajo esta forma humana. Esta es una nueva prueba de que nuestra alma es inmortal.

Simmias, interrumpiendo a Cebes, le dijo:

- ¿Cómo se puede demostrar este principio? Recuérdamelo, porque en este momento no caigo en ello.

- Hay una demostración muy preciosa- respondió Cebes- y es que todos los hombres, si se los interroga bien, todo lo encuentran sin salir de sí mismos, cosa que no podría suceder si en sí mismos no tuvieran las luces de la recta razón. En prueba de ello, no hay más que ponerles delante figuras de geometría u otras cosas de la misma naturaleza, y se ve patentemente esta verdad.

- Si no te das por convencido con esta experiencia, Simmias-replicó Sócrates-,mira si por este otro camino asientes a nuestro parecer.¿Tienes dificultad en creer que aprender no es más que acordarse?

- No mucha-respondió Simmias-; pero lo que precísamente quiero es llegar al fondo de ese recuerdo de que hablamos; y aunque gracias a lo que ha dicho Cebes, hago alguna memoria y comienzo a creer, no me impide esto el escuchar con gusto las pruebas que tú quieres darnos.

-Hélas aquí-replicó Sócrates-. Estamos conformes todos en que, para acordarse, es preciso haber sabido antes la cosa de que uno se acuerda. -seguramente.
-¿Convenimos igualmente en que cuando la ciencia se produce de cierto modo es una reminiscencia? Al decir de cierto modo, quiero dar a entender, por ejemplo, como cuando un hombre, viendo u oyendo alguna cos, o percibiéndola por cualquier otro de sus sentidos, no conoce sólo esta cosa percibida, sinó que al mismo tiempo piensa en otro."



 

LA DIALÉCTICA

La dialéctica platónica se puede entender en dos sentidos:

como el auténtico conocimiento del filósofo, es decir, dedicado a la intuición pura de las ideas; y como el método de la filosofía: el camino para alcanzar el verdadero conocimiento.

En "La Republica" nos dice Platón que en el conocimiento es posible distinguir diversos grados que se correlacionan con distintos grados de realidad:

Por una parte tenemos el mundo de la doxa, opinión, que es el conocimiento sensible de las cosas corpóreas y sus sombras y reflejos. Abarca la creeencia y la imaginación. Estos grados de conocimiento versan sobre la pura apariencia, y por lo tanto, no proporcionan un conocimiento verdadero ni fiable.

Otro grado de conocimiento sería la episteme, es decir, el conocimiento científico de la realidad. Abarcaría la diainoia o razón discursiva del matemático y la nóesis o dialéctica propiamente dicha, que es el conocimiento puro de las ideas.

La imaginación (Eikasia) es el conocimiento menos cierto, pues versa sobre copias (el mundo físico) de una copia o reflejo de lo real (las ideas).
El reflejo de un pájaro en las aguas de un lago sería una imaginación y ontológicamnte este tipo de entidad no tiene casi ser.

La creencia (Pistis) es el grado de conocimiento que se corresponde ontológicamente con el mundo físico y abarca tanto los seres orgánicos e inorgánicos como los seres artificiales y creados por el hombre. La física no es una ciencia de lo real, sino de la apariencia de realidad y, como tal, no aporta verdades necesarias y absolutas. Platón no otorga el título de ciencia a la física, sino de opinión (doxa).

Lo real es lo invisible para los ojos carnales, pero visible para los del alma. El conocimiento verdadero es únicamente inteligible: accedemos a él a través de la razón, del entendimiento y no de la sensación. Por eso Platón es considerado un idealista: porque en su filosofía prima lo formal (esencial, eidético) sobre lo material y físico propio de la sensación (aísthesis).

Si queremos conocer algo con verdad (alétheia) debemos alejarnos lo más posible de la información obtenida a través de los órganos sensoperceptuales. Todo lo que de universal y necesario encontramos en las cosas no lo aprehendemos a través de nuestra experiencia sensible, sino mediante el ejercicio puro de la razón (nous). En esto consiste la ciencia o episteme platónica: salvar las apariencias buscando principios absolutos y permanentes donde detenerse. Sin ciencia (basada en esencias, ideas) no sería posible establecer leyes y el mundo sería como un barco a la deriva en el Caos. La existencia de las ideas no sólo salva nuestro conocimiento de la realidad frente a las apariencias, sino que salva al mundo del Caos, otorgándole orden y racionalidad: Las cosas son como tienen que ser, esto es: como la idea determina y condiciona que sea.

Al tener que contar con la materia, las ideas no se realizan perfectamente en este mundo nuestro, sino de una manera torpe y aproximativa: aquí no hay "lo azul" en sí, sino miles de tonos y matices que intentan realizar la idea de "lo azul" sin lograrlo. La imperfección no es de la idea, sino de la copia materializada que nosotros percibimos.




 
EL AMOR (EROS)


Eros, el amor, es un daimon, un ser intermedio entre dioses y hombres. Por su genealogía, Eros se halla en una situación parecida a la que tiene el hombre respecto al conocimiento, situado entre la ignorancia y la sabiduría.

De la misma manera que sólo ansía saber aquel que no es absolutamente ignorante (y por lo tanto no sabe de qué carece) ni absolutamente sabio (pues ya no tendría necesidad de saber nada más), el amor es aspiración al saber y apetito de belleza.

Hijo de la pobreza y de la riqueza, el amor es un impulso hacia aquello que le falta: es pobreza de todo lo bueno y bello que existe, y por ello impulso hacia aquello de lo que se carece.

¿Por qué Eros es amor a la belleza?
Para un griego como Platón lo bello no es "lo bonito". No es este un asunto meramente estético. La belleza es el resplandor de la idea en la cosa. Es «presencia», aparecer de la presencia misma de la idea en la cosa misma (mero reflejo de una idea). Esto es, precisamente, lo que la hace bella "estéticamente". Las cosas son bellas porque nos transportan fuera de lo inmediato y material, a través de ese resplandor de la idea en lo material. Por eso, Eros implica una ascensión desde las cosas materiales hasta las ideas mismas. Las cosas hacen de peldaños, de escalones hasta las ideas, ya que reflejan a las ideas mismas y nos permiten su contemplación y desocultación, mostrándonos la diferencia misma entre el mundo material y el mundo inteligible.

El amor une el mundo divino y el humano; comunica el "espacio", el vacío que media entre el mundo sensible y el inteligible, de tal manera que todo queda ligado.
En este sentido es un ser intermedio de la misma manera que lo es el alma: aquello que media entre el mundo inteligible y el mundo sensible: el alma comunica a los hombres con la región divina de las ideas. Con sus idas y venidas, lo eidético se hace visible a los ojos del alma.

Eros es por eso una desmesura: una locura que nos muestra la fractura de nuestra propia realidad.
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