Después de morir su padre en 1713, vivió bajo el cuidado
de su tío, el barón de Montesquieu, que muere tres años
después, dejando a Charles tanto su fortuna como su oficio de
presidente del Parlamento de Burdeos, así como su título
de Barón de Montesquieu.
A partir de entonces, viaja por Europa, pero fue sobre todo Londres
la ciudad que más simpatías le despertó, debido
al tipo de gobierno que había instaurado en Inglaterra. Su interés
primordial se centra en la investigación de las formas de gobierno,
las leyes y las costumbres de los distintos países de Europa.
A los 32 años escribe Cartas persas, obra que le
granjeará una gran fama por su crítica a las libertades
y privilegios de que gozaban las clases altas, incluido el clero. En
1734 publica Consideraciones sobre las causas de la grandeza de
los romanos y de su decadencia, Y en 1748 Montesquieu saldrá
a la luz su obra más conocida y que más influencia ejercerá
en los siglos siguientes, El espíritu de las leyes,
del cual se hicieron más de veinte ediciones en dos años.
En 1750 publica Defensa del espíritu de las leyes.
Todas estas obras fueron incluidas en el Índice de libros
prohibidos por la Iglesia Católica. Montesquieu muere en
1755.
Montesquieu pertenece al movimiento ilustrado que, tomando sus
raíces en la confianza en la razón postulada en el siglo
anterior por Descartes, Leibniz o Hobbes, pretende
convertirla en el tribunal al que se ha de apelar para el definitivo
progreso de la humanidad. En palabras de Kant, la Ilustración
significó "la salida del hombre de su autoculpable minoría
de edad", cuyo lema se explicita en la frase "sapere
aude!" (¡atrévete a saber!). La Ilustración,
sin embargo, pone ciertos límites a la omnipotencia de la razón
de los racionalistas, excluyendo de la filosofía los temas propios
de la metafísica y de la teología tradicional. La crítica
de la razón sólo puede extenderse hacia aquello que caiga
bajo sus límites. Dentro de esta crítica, el pensamiento
de Montesquieu contribuyó a desmontar la tradición que
justificaba prejuicios, privilegios, injusticias y barbaries.
En las Cartas persas Montesquieu se disfraza de Usbek, un joven
persa que lleva a cabo una satírica visión del mundo occidental
de su tiempo, mostrando sus anacronismos y absurdos y sus fanatismos
religiosos y políticos. El problema de la historia se abordará,
no obstante, en El espíritu de las leyes. Los acontecimientos
históricos no son producto del azar ni de la fatalidad (fatum),
ni tampoco pueden ser considerados como una serie casual y contingente
de hechos más o menos aleatorios. Según su teoría
política, "No es la fortuna la que gobierna el mundo",
todo obedece a unas leyes que son "las relaciones necesarias
que se derivan de la naturaleza de las cosas".
Cualquier suceso particular se adhiere a ciertos principios (causas
generales o morales o físicas), y el acontecer histórico
de cualquier nación e, incluso, cualquier hecho a simple vista
irrelevante o azaroso, como una victoria en una batalla, obedece siempre
a unas leyes generales. La ley es una relación necesaria y la
historia no es más que la cadena de causas y consecuencias de
los hechos que siguen esas leyes.
"Los que han dicho que una fatalidad ciega ha producido todos
los efectos que vemos en el mundo, han dicho un gran absurdo; pues ¿qué
mayor absurdo que el que una fatalidad ciega haya producido seres inteligentes?.
Hay, pues, una razón primitiva; y las leyes son las relaciones
que existen entre ellas y los diversos seres, y las relaciones de estos
diversos seres entre sí."
Ahora bien, las leyes que rigen a los hombres, no en tanto que entidades
físicas sino en relación a su ser histórico e inteligente,
son relativas, es decir: dependen de un contexto en el que surgen y
sus leyes pueden ser investigadas dependiendo de diversos factores,
como las formas de gobierno, las costumbres, la religión e, incluso,
el clima:
"El hombre, como ser físico, lo mismo que los demás
cuerpos, está gobernado por leyes invariables. Como ser inteligente,
viola sin cesar las leyes que ha establecido Dios, y varía las
que ha establecido él mismo; hace falta que se conduzca y, sin
embargo, es un ser limitado."
Esto no implica que lo natural sea contradictorio con lo convencional
(legislación, leyes). La relatividad de las leyes surge de la
propia heterogeneidad de los pueblos y de los hombres y, por otro lado,
la variabilidad humana, así como de sus leyes y costumbres dependen
de las circunstancias que rodeen la vida de ese pueblo o comunidad.
Entre los factores que determinan las leyes enumera Montesquieu la densidad
de población, la economía y el trabajo, la religión,
el gobierno y el clima.
Sin embargo, no sólo estos factores determinan las leyes que
rigen los pueblos. Las legislaciones heterogéneas instituidas
por ellos dependen también de la libertad humana y son la expresión
de esta libertad, que queda plasmada en toda normatividad. La libertad
es, por lo tanto, aquello que permite que nos alcemos sobre todos nuestros
condicionamientos sociales y físicos. Se trata, por lo tanto,
de garantizar a todos los hombres el uso de esta libertad, examinando
aquellas condiciones que lo hagan posible.
¿Qué tipo de gobierno sería deseable como mayor
garante de la libertad? Para responder a esta pregunta, Montesquieu
distingue dos tipos fundamentales de gobierno: la república "es
aquél en que el pueblo, colectivamente o sólo en una parte,
tiene el poder absoluto", será democrática si
es el pueblo que detenta el poder y será aristocrática
si el poder soberano se haya exclusivamente en manos de una parte del
pueblo. La virtud propia de la república es la igualdad y su
amor a la patria. El otro tipo de gobierno es la monarquía, en
la que el poder es detentado por un sólo miembro de la comunidad.
Sin embargo, si el poder no emana o no coincide o satisface los intereses
del pueblo, la monarquía degenera en despotismo, sistema
que se basa en el temor, oponiéndose a la virtud propia de la
monarquía, el honor y el prejuicio de clase.
Por ello, y para garantizar la libertad política del ciudadano
que, según Montesquieu no es inherente a ningún tipo de
gobierno, es necesario poner ciertos límites que eviten el despotismo:
la separación de poderes en legislativo, ejecutivo y judicial,
inspirada en la legislación inglesa y en las ideas de Locke.
Es necesario que el poder contenga al poder. Según esta división,
y en palabras de Montesquieu:
"Por el primero, el príncipe o el magistrado hace las
leyes para cierto tiempo o para siempre, y corrige o deroga las que
están hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra, envía
o recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones;
y por el tercero, castiga los crímenes o decide las contiendas
de los particulares. Este último se llamará poder judicial
y el otro poder ejecutivo del estado."
Estos poderes se corresponden con tres estamentos sociales y políticos:
el rey, el pueblo y la aristocracia. Los parlamentos y la nobleza son
los que evitan los peligros que acarrearía la unión de
poderes. Sin embargo, el pensamiento de Montesquieu se inscribe dentro
de un ideal aristocrático que termina desdeñando la democracia
a favor de un sistema monárquico como la forma de gobierno más
deseable y exenta de despotismo. Pese a ello, los ideales de Montesquieu
inspiraron políticamente a los parlamentos y a numerosas Constituciones.
Texto: Elena Diez de la Cortina Montemayor.