SEBASTIÁN FOX MORCILLO
El neoplatonismo renacentista fue un verdadero sincretismo en que
se confundieron toda clase de influencias; al neoplatonismo medieval
(agustiniano y boeciano) hay que añadir elementos teosóficos de origen
oriental. Aunque la Academia florentina fue el gran núcleo neoplatónico,
en España destacan desde el cuatrocientos autores como Ramón Sibiuda
(muerto en 1436), traducido por Montaigne al francés y que preparó el
camino de la Teodicea moderna; Fernando de Córdoba (1425?-1486?), clarísimo
antecedente de León Hebreo (1460/5-1535); Miguel Servet y Sebastián
Fox Morcillo. El pensamiento neoplatónico ejerció una importantísima
influencia en toda la ascética y la mística española del Siglo de Oro,
en Fray Luis de León y san Juan de la Cruz...
Sebastián Fox Morcillo representa el punto de apogeo del neoplatonismo
español del XVI. Nació en Sevilla en 1528 en una familia de origen francés;
estudió humanidades en España y Lovaina. Felipe II le designó preceptor
de su hijo Carlos. Murió ahogado cuando regresaba para cumplir con este
cometido. Escribió numerosas obras en latín, de las cuales alcanzó verdadera
fama: De naturae philosophia, seu de Platonis et Aristotelis consensione
(Lovaina, 1554), en la cual hace una declaración de independencia intelectual
y de voluntad "armonista", voluntad de consenso, muy típica del humanismo:
"juzgo que el amor a la verdad debe anteponerse a toda autoridad humana",
escribe.
En su De demostratione y en De usu et exercitatione Dialecticae,
Fox admite las ideas innatas, allí dice: "Ni los sentidos sin las nociones,
ni las nociones sin los sentidos", anticipándose en dos siglos al criticismo
trascendental kantiano. Sus reflexiones sobre la historia, De Historiae
institutione, tienen un carácter moderno y progresista, universalista
y científico. Sus comentarios y traducciones de los diálogos de Platón
siguen siendo un modelo para los críticos. Es una lástima que no podamos
contar con ediciones modernas de estas obras que fueron un hito en el
pensamiento español del XVI.
José
Biedma