El primer autor al que
nos acercamos en nuestro recorrido en busca del pluralismo a lo largo
de la historia es el físico y cosmólogo jonio del siglo
VI a.C. Anaximandro. Y lo hacemos fundamentalmente para clarificar una
importante confusión que tiene su origen en la antigüedad
y que no es resuelta en la mayoría de las historias contemporáneas
sobre el debate pluralista: los mundos plurales y su simultaneidad o
"sucesividad".
La teorización sobre lo existente
Anaximandro fue también el primer geógrafo con pretensión
científica o sistemática y su cosmología geocentrista
es de estricto carácter geométrico. Como es sabido, hace
recaer el arjé o principio originario en lo infinito o
ilimitado, el ápeiron. Al contrario que su predecesor
Tales de Mileto no sitúa el sustrato o naturaleza última
de lo existente en ninguna de las materias visibles sino en algo que
es "no visible", una revolución teórica que
traspasa las fronteras de lo primariamente empírico en busca
de un fundamento oculto por medio de la razón.
Tampoco los seres vivos y entre ellos el ser humano escaparon a su impulso
teórico. Es el primero en proponer una cierta versión
de la evolución de las especies al asegurar que el primer ser
proviene de una especie de pez, lo cual tiene sin duda un fundamento
empírico, ya que en la cálida latitud jonia era fácil
observar cómo de las materias putrefactas surgían diversos
seres espontáneamente (por ejemplo, en las aguas estancadas).
A su vez el hombre proviene de animales semejantes a los peces ya que
es la única especie que necesita un largo periodo de crianza;
si hubiésemos sido siempre como ahora no habríamos podido
sobrevivir dadas las exigencias del medio. Puede decirse que Anaximandro
concibe la naturaleza de una forma más "dinámica"
que Platón y Aristóteles, los cuales influyeron grandemente
en la concepción fijista del mundo y de las especies orgánicas.
En el eterno proceso de salida de las sustancias del ápeiron
se produce una separación de los contrarios que luchan en este
mundo a partir del todo originariamente unido. No deja de ser llamativa
esta concepción del nacimiento del cosmos por su semejanza con
la teoría cosmológica que actualmente goza de un mayor
consenso científico, el Big Bang, ya que en cierto modo postula
"en origen" una singularidad de densidad infinita de la que
se "separaron" o "emergieron" los proto-constituyentes
del universo conocido; no obstante, para Anaximandro el ápeiron
era eterno e inmortal, dos conceptos desechados por la cosmología
contemporánea.
La sentencia de Anaximandro
Jaeger reproduce en su monumental Paideia (p. 158, 9ª ed., 2000) la
única sentencia de Anaximandro transmitida directamente:
Donde tuvo lo que es su origen, allí es preciso que retorne
en su caída, de acuerdo con las determinaciones del destino.
Las cosas deben pagar unas a otras castigo y pena de acuerdo con la
sentencia del tiempo.
La idea de culpa -algo extraño a los griegos- no se halla presente
en esta frase; el filósofo hace referencia a la lucha de las
cosas entre sí, cuando una toma algo debe ser restablecido lo
sustraído. Existe un orden de justicia inmanente en todo lo existente
y todo ha de cumplir el precepto o la norma universal, algo semejante
al ritmo invariable de las estaciones. Lo existente se convierte en
un cosmos, concepto que no sabemos si usó Anaximandro con el
significado que ya adquiere en Anaxímenes: una comunidad de las
cosas sujetas a orden y a justicia. Se trata de un acaecer natural gobernado
por la diké, concepción en la que es posible reconocer
una semejanza con las leyes científicas modernas, aunque se trate
de una visión esencialmente arcaica y metafísica.
Para el tratadista alemán esta concepción de lo existente
en Anaximandro inaugura una percepción nueva en la historia humana,
un logro importantísimo de la reflexión abstracta y que
supone los primeros pasos en el camino de la visión racional
frente a la mítica. En la misma línea sitúa la
especulación sobre la infinidad de mundos, atribuida por la tradición
al pensador griego.
Anaximandro inicia la proyección de la polis -ordenada y sometida
a la diké- al Universo. Se trata de una humanización
total del cosmos, al que extiende la armonía que debía
regir en la esfera de lo humano; aquél adquiere así una
dimensión metafísica que perderá definitivamente
con el surgimiento de la ciencia moderna.
El supuesto pluralismo de Anaximandro
Conviene aclarar, de entrada, que nuestro filósofo no fue un
pluralista tal y como lo fueron los atomistas posteriores y que, según
algunos autores, quizá no lo fue en ningún sentido (afirmación
que obedece a la interpretación de que entre dos mundos sucesivos
debe haber una continuidad cósmica, no un hiato acósmico;
por tanto, no habría pluralidad en sentido estricto). La confusión
se debió a Teofrasto, discípulo de Aristóteles,
que interpreta que su maestro se está refiriendo a una concepción
pluralista de Anaximandro en la Física (4, 203b 23). Kirk,
Raven y Schofield aclaran en Los filósofos presocráticos
que el estagirita se está refiriendo en realidad a los atomistas
y que Teofrasto los confunde con Anaximandro en vista de la doctrina
de la infinitud de los mundos de los primeros. Al ser propia de Anaximandro
la concepción de la sustancia infinita o ápeiron,
Teofrasto deduce que el milesio también creía en mundos
innumerables, ya que, además, el ápeiron está orientado
hacia el cosmos; podríamos decir que "se da salida o
se funda a sí mismo a través de la generación de
nuevos cosmos".
Como vemos el concepto de mundos innumerables en Anaximandro es de una
gran complejidad lexicográfica debido a la ausencia de textos
directos y a las interpretaciones posteriores. Sin embargo, parece bien
establecido por autores como Cornford y Zeller que Anaximandro abogó
por una sucesión de mundos singulares en el tiempo, no por una
multiplicidad de los mismos simultáneamente existentes. Es precisamente
el ápeiron el que, para salvar el monismo característico
de la antigua filosofía jónica, nos conduce a postular
la aparición no simultánea de sucesivos cosmos; si fuera
posible la aparición sincrónica de éstos la unidad
del ápeiron sería imposible. La interpretación
del único texto conservado -reproducido anteriormente- orienta
a los exégetas en este sentido.
La legalidad que introduce Anaximandro en el cosmos no es equiparable
a la de la ciencia moderna. Se trata, como hemos visto, de la extensión
del orden humano fundado en la diké al cosmos, de tal forma que
en éste rige una "ordenada justicia" de carácter
religioso e inmanente. La uniformidad introducida de esta manera en
el cosmos no deja de recordar dos principios modernos sobre la naturaleza
del universo: el de uniformidad, según el cual las leyes físicas
que conocemos son válidas para todo el universo; y el de plenitud,
que expresa la "confianza racional" en que los procesos que
han dado lugar a la Tierra y a los organismos biológicos son
típicos de todo el universo, de tal forma que, dado un tiempo
suficiente, se producirán igualmente en otros lugares. En la
actualidad esa uniformidad y plenitud del universo junto con la "mediocridad"
de nuestro planeta, en el sentido de que no ocupamos un lugar especial
en el cosmos, se suelen aducir como argumentos a favor de la existencia
de procesos biológicos complejos en otros planetas, idea extraña
a Anaximandro, pero que, dada la sucesiva generación de kosmoi
en la matriz del ápeiron podríamos pensar que se encontraba
germinalmente en su cosmología.
Fuentes
- NASA Technical Memorandum. Workshop on the Societal Implications
of Astrobiology. Final Report, Ames Research Center, November 16-17,
1999. Véase: http://astrobiology.arc.nasa.gov/workshops/societal/
- Paideia. Werner Jaeger. Fondo de Cultura Económica,
2000 (1957).
- Historia de la Filosofía griega. W.K.C. Guthrie, Gredos,
1984.
- Los filósofos presocráticos. G.S. Kirk, J.E.
Raven y M. Schofield. Gredos, 1987 (1970).
- Artículo sobre Anaximandro en: http://www.filosofia.org/cur/pre/axima.htm