Introducción El mundo supralunar El mundo sublunar Conclusión |
INTRODUCCIÓN
a física aristotélica es cualitativa y no cuantitativa. Lo que sucede en el mundo no puede ser matematizado porque es absolutamente heterogéneo: es el mundo de los cambios, del movimiento, de la diversidad, de los fines. La naturaleza se manifiesta como diversa y esto no es una apariencia, sino su intrínseca realidad. Sin embargo, hay una región del cosmos
que presenta tal armonía que no puede ser explicada de manera similar
a como se hizo con la naturaleza: el cielo. Es ésta una región
del orden, donde suceden también cambios pero absolutamente predecibles,
regulares, estables. El sol sale todos los días y los ciclos lunares
se repiten incansablemente sin variación. |
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La cosmología Aristotélica va a diferenciar, por lo tanto, entre dos regiones del cosmos que no son reductibles la una a la otra: el mundo sublunar y el mundo supralunar. Veámoslo:
EL MUNDO SUBLUNAR Es la región del cosmos que abarca aquella parte situada por debajo de la luna (sin incluir esta última): la región terrestre, nuestro mundo. Ya vimos en la Física que lo que caracteriza a esta región es el cambio, tanto substancial como accidental. Continuamente nacen y perecen seres; otros modifican su tamaño, su peso, sus colores, su posición o alguna otra cualidad. No hay quietud. Es nuestro mundo móvil y heterogéno. Los movimientos característicos de los seres del mundo sublunar son finitos, es decir, tienen un principio y un fin, y rectilíneos, (ascendentes o descendentes). (Empíricamente, en la experiencia no se observan líneas rectas infinitas). Todos los cuerpos que componen esta región están compuestos de cuatro elementos últimos que poseen distintas naturalezas y distintos lugares naturales a los que tienden para encontrar el reposo: La tierra es el elemento más pesado y tiende a ocupar su lugar natural, que es el centro de la tierra. A ésta le sigue el agua, que se sitúa inmediatamente por encima . Después se halla el aire y, por último, el fuego, que es el elemento más ligero y tiende una tendencia intrínseca a dirigirse hacia la periferia del mundo. Así, los movimientos que observamos en los distintos seres se deben a la tendencia de cada elemento que lo compone a ocupar su lugar natural: si tiramos una piedra, ésta cae porque busca recuperar su lugar propio, el centro del mundo, restaurando así el orden perdido. Los movimientos naturales de los cuerpos terrestres son rectilíneos,
ascendentes (fuego, aire) y descendentes (tierra, agua). La cosmología aristotélica es teleológica. El fin, telos, es inmanente a los cuerpos e intrínseco a la materia, ya que es la forma (morphé), la esencia o naturaleza de los compuestos hilemórficos, la que determina, como su causa, su comportamiento y desarrollo; su destino. Dentro del conjunto total del cosmos, la tierra (que no es un planeta
para Aristóteles) ocupa el centro necesariamente. Al estar compuesta
del elemento tierra en su mayor parte, tiene forzosamente que ocupar
el centro del cosmos, su lugar natural. Por lo tanto estamos en una
concepción geocéntrica del universo.
EL MUNDO SUPRALUNAR
Esta región es absolutamente diversa de la región terrestre: aquí impera el orden, la armonía, la regularidad. Y ello es así porque los cuerpos celestes no se componen de los cuatro elementos terrestres, sino de éter, "lo que siempre corre", que es un material sutil, óptimo, imponderable. transparente. El éter o la quinta esencia es un elemento incorruptible y eterno que le otorga al cielo una homogeneidad y perfección que no poseen los cuerpos terrestres. Los cuerpos celestes, compuestos de éter, no vagan por el espacio
vacío, que es inexistente. Los planetas y las estrellas están
sujetas a unas esferas de éter que son movidas por motores inmóviles,
desplazando a los cuerpos que en ellas se encuentran. Gira la esfera
y no el planeta en el vacío.
El cielo es el mundo del orden, de la estabilidad y del equilibrio frente al mundo terrestre de la diversidad y del cambio. Era importante tener un conocimiento exacto y geométrico del cielo para poder elaborar calendarios lunares o solares y regular las actividades humanas como la agricultura y las fiestas religiosas. La tierra no podía ofrecer un punto de referencia estable y permanente. Fue el cielo ese asidero de regularidad y orden, la medida del tiempo y de los acontecimientos.
Ademas el universo es finito; no está en el espacio.
Esto es así porque si ocupara un espacio habría un algo, que no es el
universo más allá del universo mismo (que es todo lo que hay o existe),
y ésto es imposible. La pregunta sobre el más allá del universo o sobre
dónde está el universo es ilegítima. No hay un recipiente (espacio)
que abarque el universo como si éste fuera una cosa. Más allá del universo
mismo no hay nada porque él es todo lo que hay.
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CONCLUSIÓN
Las estrellas no presentaban problemas, porque su movimiento es regular (movimiento diurno de Este a Oeste). El del sol tampoco. La anomalía la presentaban los movimientos retrogrados de los planetas: éstos parecían moverse en bucles o ir hacia atrás. Y si el movimiento del mundo supralunar es circular uniforme ¿Por qué los planetas no cumplían este requisito? Había que "salvar las apariencias". Lo importante es el constructo teórico
del cosmos. Las irregularidades eran consideradas como un fallo de perspectiva:
el cosmos se mueve regularmente, pero desde la tierra "parece" que hay
irregularidades. El fallo es perceptual y no real. |